Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Un regalo de Navidad de parte de Sánchez/Santa y de Feijoo/Claus

08/12/2023

Cuando escuchas algunas tertulias periodísticas, lees algunos comentarios o asistes a ciertas conversaciones -no necesariamente con políticos presentes- los pelos se te ponen como escarpias: ¿de veras estamos abocados a un golpe de Estado, a una dictadura a la venezolana, a una república plurinacional traída de la mano de Pedro Sánchez y sus 'socios'? Palabra de honor que algunas de estas cosas, y alguna aún peor, oí en el acto de celebración del aniversario de la Constitución, el miércoles, y en algunos programas radiofónicos -yo intervine, algo polémicamente, en uno de ellos- de este jueves.
Comprendo que el Gobierno, comenzando por su presidente, contribuye poco a tranquilizar a mucha gente, sobre todo a la que no quiere ser tranquilizada ni se ha puesto a leer el 'relajante' -vamos a llamarlo así- libro de memorias del presidente.
La Legislatura ha comenzado, sí, con mal pie: con amenazas de Puigdemont, el 'hombre fuerte de Waterloo' incluso de facilitar una moción de censura apoyando al PP si el equipo de Sánchez se desmarca de los compromisos adquiridos con Junts para seguir en el Gobierno. O con peleas internas entre las vicepresidentas del Ejecutivo, con presumible victoria de Yolanda Díaz sobre una Nadia Calviño en fuga hacia doradas ocupaciones europeas, dejando libre el campo económico. O con verificadores -signifique esto lo que signifique- a pares, uno para los acuerdos con Junts, otro para los de Esquerra. O...
Son muchos, en fin, los datos que nos anuncian que esto, así, no puede acabar con bien. Las afirmaciones gubernamentales de que los datos económicos son alentadores, que Bruselas no anda preocupada por lo de la amnistía -gran lío, aunque en La Moncloa piensen que todo se olvidará, como se olvidó lo de los indultos o la malversación-, ya no convencen. El Ejecutivo ha adquirido, y temo que merecidamente, fama de mentiroso compulsivo, que es fama de la que uno no se desprende fácilmente, y también se ha ganado cierta reputación de ocupar, al margen de la eficacia y en aras del favoritismo, parcelas de poder que no debería de ninguna manera acaparar. Y son esas cosas, mas aún que otras más graves, las que los ciudadanos no perdonan.
Pero esto, los daños a una democracia que quisiéramos mucho más perfecta, es una cosa. Y los anuncios de cataclismo total, otra. Con Sánchez no se acabará la Monarquía ni Cataluña se separará de España, pierdan cuidado los jinetes del Apocalipsis. Otra cosa es la degradación progresiva de la confianza de la ciudadanía en sus representantes, el daño a conceptos democráticos fundamentales y la profundización de la brecha entre las dos, o tres, Españas. La relajación en el cumplimiento y en el aprecio de la Constitución -que hay que 'reparar' y actualizar, pero no olvidar y menos incumplir palmariamente- es un fenómeno evidente, que, por muy inquietante que sea, de ninguna manera implica golpismo.
Creo, confío, que Sánchez va siendo consciente de que no está precisamente en esa 'tierra firme' que él describe en sus escritos. No le quedará más remedio que levantar el pie del acelerador. Su invitación a Feijoo para mantener un encuentro ha sido acogida con escepticismo en las filas de la derecha, pero lo cierto es que el líder de la oposición ha recogido el guante. Sería del todo inaceptable, cuando el gobierno de los jueces lleva cinco años incumpliendo el mandato constitucional de su renovación, que de la 'cumbre' de Sánchez con Feijoo, quizá la semana próxima, no salgan sino nuevos reproches y descalificaciones.
No está la situación para más desatinos: aunque se aborrezcan en lo personal, aunque se distancien en las formas, a veces lamentables sobre todo por parte de Sánchez, aunque sus proyectos políticos fuesen, en el fondo, tan opuestos como algunos quieren pintarlo, Sánchez y Núñez Feijoo tienen la obligación, como patriotas y aspirantes a hombres de Estado, de entenderse, al menos en lo fundamental. Exteriores, Justicia, reparto de fondos europeos, Defensa, Educación y respeto a las instituciones son cuestiones en las que no caben más desvaríos. ¿No podrían, hombre, hacernos al menos un regalito de Navidad a los ciudadanos y abandonar el goyesco duelo a garrotazos, que siempre acaban aterrizando sobre nuestras cabezas? Nosotros también podríamos prometer ser buenos y dejar de hablar gratuitamente de golpes, dictadura, repúblicas y bolivarianismos. Puede que, al final, consiguiésemos tener la fiesta en paz.