Dueñas de su parto

MAITE MARTÍNEZ BLANCO
-

Tienen el poder de concebir y reivindican su capacidad de elegir cómo parir; cada vez más mujeres huyen de las rutinas médicas y dan a luz en la intimidad de su hogar

Unos son pausados, otros vertiginosos. Todos intensos, pero unos más respetados que otros. Cada vez son más las mujeres que no se resignan a recibir una asistencia protocolizada, llena de rutinas médicas para un acto que se supone es tan natural como parir.

Esta búsqueda de un trato más humano, si se prefiere esta huida de una asistencia impersonal e instrumentalizada, empuja cada vez a más mujeres a plantearse un parto en casa. «No es cosa de hippies, ni de arriesgarse mucho», dice rotundo Pedro Escribano, comadrón albaceteño que en la última década ha atendido 37 partos domiciliarios. Hasta no hace mucho, era el único profesional que ofrecía este servicio.

Hace tres años se le unió Carles Saus y recientemente la matrona Ana González. Su lema, el respeto a la mujer, que ésta sea libre para elegir, nada de marcarle los tiempos. Su premisa, facilitarle un parto seguro allá donde ella lo desee. «Ningún mamífero es capaz de parir en una situación de estrés, la mujer tampoco», aclara Ana, por eso qué mejor que su propio hogar, un lugar íntimo, en penumbra y con el silencio debido, rodeada sólo de quien ella elige.

El parto en casa no excluye el  hospital. La premisa mayor es que «sea seguro, luego gozoso», pero no que sea en casa a toda costa. Si las circunstancias lo aconsejan, la mujer es trasladada al hospital, «no renegamos de la cirugía, de la anestesia... la diferencia es que no se usan a priori, de partida, por intereses ajenos al bebé y a la mamá, se recurre a ellos sólo cuando son necesarios», recalca Pedro, que ejerce como matrón en el Hospital de Hellín.

Sin ir más lejos, el último parto que asistió en casa, a una mujer de Murcia, terminó en el hospital y con epidural, «hay partos bloqueados, muy difíciles», admite.  

¿Y el dolor? Claro que son partos con dolor. Ofrecen recursos para sobrellevar de la mejor manera posible los rigores del parto, -una piscina de agua, pelotas de pelvis, masajes y la libertad de moverse-, aunque la clave la tiene la propia mujer «deben tener conciencia de lo que es el parto, trabajar con las contracciones y no en contra de ellas». No obstante, las mujeres que han pasado por ese trance en sus casas relatan que poco tienen que ver las contracciones cuando te llegan en tu hogar y con la libertad de colocarse como el cuerpo les pide, con el fortísimo dolor que hay que afrontar en el hospital, inmovilizadas por la monitorización, estimuladas con oxitocina sintética y obligadas a parir tumbadas boca arriba. En estas condiciones, dicen, quién no va a pedir la epidural, «no son libres para elegir».

elisa bas

«eres primeriza y los miedos te pueden»

Elisa Bas (33 años) rompió aguas y se fue corriendo al  hospital, «un trágico error de primeriza», admite. Esperó la noche ingresada y al día siguiente «me hicieron una inducción con todo, kriseller (maniobra que se utiliza para acelerar la salida del bebé y que está desaconsejada), episiotomía (corte para ampliar el canal del parto) y ventosa para sacar al crío», relata con pesadumbre.

Elisa no olvida aquel mal trago que pasó hace seis años, «decidí que no iba a volver a pasar por ahí». En su primer embarazó llegó a barajar la idea de irse a Úbeda o a Huercal Overa a parir, hospitales reconocidos por ser más respetuosos con el parto, «pero era primeriza y los miedos te pueden».

Esos miedos los venció en su segunda gestación y decidió no salir de casa, parir en la intimidad de su hogar, mientras su hijo mayor dormía plácidamente. Aún recuerda el desembarco de Pedro, el comadrón que le asistió en su casa, «trae de cosas, bañera, silla de partos, material médico... hasta ropa para ponerse cómodo». Tras toda una noche de parto, nació su bebé, «a los 15 minutos, su hermano mayor se despertó para conocerlo».

 

eva velasco

«sabía que al                  hospital no volvía»

Para Eva, enfermera de profesión, el hospital era su casa y parir allí a su primera hija fue la única alternativa que pasó por su cabeza. «Sí que me llamaba la atención eso de parir en casa, pero pensaba que era para gente más atrevida y rarita que yo».

Con oxitocina y epidural, en dos horas su primera hija Silvia estaba fuera, «fue un parto bueno, pero me quedó una espinita, no había mandado yo, con la epidural no empujé como debía». Buscó información y descubrió que había «otras alternativas», supo entonces que «al hospital no volvía» a parir.

Eligió la clínica Acuario en Denia (Alicante) para tener a su segunda hija, Olivia. El cierre de la clínica un par de meses antes del parto, le obligaron a cambiar de planes. ¿Y si parimos en casa?, le planteó a su pareja, buscó entonces a Pedro, «me había dado clases en la Escuela de Enfermería, pero además lo había visto trabajar y sabía de su forma de tratar a la mujer y al bebé, incluso en partos medicalizados, eso me cautivó». No había dudas.

Llegó el día y Eva se preparó, «hice mi nido en la habitación más recogida que tenemos en la casa». «Tuve un parto de riñones, de esos que dicen las abuelas, Pedro me confesó que tenía miedo de que me flaquearan las fuerzas, pero yo estaba súper tranquila y en dos horas mi hija estaba fuera». El silencio, los masajes de su pareja para calmar el dolor, la presencia del comadrón «muy atento, pero en la distancia, sin atosigar, explorándome sólo si yo quería», son los recuerdos que Eva tiene de su segundo parto.

«Las hormonas son muy fuertes, es la droga más dura que hay, las contracciones vienen y van, te dejan reponerte, y cuando no puedes más es porque estás pariendo», relata Eva que no olvida la suavidad de la dermis del bebé recién nacido y ese olor a parto «maravilloso». La recuperación, sin episotomía ni epidural «que la primera vez me dolieron bastante», fue excelente. «A la media hora estaba en la ducha y al día siguiente hasta pude limpiar el baño, cuando vino Pedro a verme me encontró sentada con las piernas cruzadas dándole el pecho a la chiquilla».

caliz navarro

«te haces dueña de tu parto y tu vida»

«Sin poder moverte, sin cambiar de posición, con luz... así no se puede parir, sí, te pueden sacar al chiquillo». Cáliz buscó en sus dos partos alternativas al hospital. Su primera hija vino al mundo en la clínica Acuario, «pese a la distancia y a que tenía que pagar, busqué un parto más respetado». Se le adelantó 20 días, «me asusté, no estaba preparada, bloquee el parto y cuando mi cuerpo se disparó sentí un dolor horrible». Al sumergirse en la bañera de aguas se relajó, parió a su pequeña de cuclillas «todo fue felicidad, cuando te haces dueña de tu parto, te haces dueña de tu vida, de tu cuerpo, es una sensación que no te puede dar nadie».

Con esta experiencia, Cáliz decidió parir en casa a su segunda hija. Se fue a su tierra, Valencia, a una alquería de sus tíos, confiesa que quizás hubiese estado mejor en su hogar, su piso en Albacete, «pero pensé que tendríamos menos intimidad». Con la ayuda de una matrona, con quien hizo un intenso trabajo previo de preparación, muy espiritual. Vivió su segundo parto con plena consciencia y comprobó como cualquier circunstancia puede «descolocarte y hacer que te duela cien veces más». Por eso no alcanza a imaginar lo que es parir rodeada de desconocidos, «para mi lo valiente es ir al hospital, tal y como está planteado ahora», concluye.

raquel raso

«sientes que puedes con todo»

Raquel Raso (38 años) parió a Álvaro, su segundo hijo, en un rincón de su casa, en el suelo y a cuatro patas. Era la única posición en la que podía soportar, «intenté ponerme boca arriba y me fue imposible». Su matrona, Choni, venía de camino. «Tuve una sensación de grandiosidad, de fuerza, una vez que pasas por esto te sientes que puedes con todo», sentencia Raquel a quien esta experiencia vital le ha dado una gran fuerza como mujer.

Su primer hijo, Alejandro, nació en un paritorio. «No me planteé otra cosa». Relata que fue el «típico» parto de hospital, con enema y rasurado -prácticas que hasta hace nada estaban en la rutina hospitalaria-, y también «con oxitocina, con epidural porque la pedí yo claro, con kristeller y con siete u ocho personas en el paritorio que me decían cuando tenía que empujar porque no sentía las contracciones».

Lo que peor sabor de boca le dejó fue la separación de su bebé nada más nacer, «ese es un dolor que no se va a ir nunca en la vida». Tiempo después se cuestionó lo que pasó, «descubrí que había otras maneras de dar a luz, conocí la asociación El parto es nuestro y decidí que si mi cuerpo sano podía embarazarse, estaba preparado para parir sin problemas». Escuchó a su instinto y decidió parir a su segundo hijo en casa, aunque su pareja hubiese preferido de nuevo un parto en el hospital. Buscó una matrona en Cartagena, tenía que ser mujer y en Albacete no había comadronas disponibles. Y se dispuso a esperar.

En la semana 37, de forma inesperada rompió aguas. Su parto fue vertiginoso, en dos horas trajó a su segundo bebé al mundo. Su hijo mayor dormía plácidamente. Su marido la acompañó. «Estaba tranquila, tenía la sensación de que todo iba bien». La matrona y la madre de Raquel llegaron cuando Álvaro ya llevaba 20 minutos en este mundo. La abuela cogió al bebé, mientras la matrona le ayudó a expulsar la placenta.

yolanda garcía

«es seguro, no es una cosa de locos»

Yolanda y Juan Ángel practican artes marciales. Quizás algo tiene que ver ésto con su forma de afrontar la vida. Opinan que el sufrimiento no es vano. Embarazada por primera vez, Yolanda empleó su gestación en buscar información y decidió que no quería un parto medicalizado. «La medicina es un milagro, pero cuando haga falta», sentencia esta joven que llama la atención por su aplomo. Buscó y encontró, «me costó, pero al final localicé a Pedro y Carles para que me asistieran en casa, su trato humano ayuda mucho».

«Ví que era una opción segura, que no era cosa de locos, que los peligros vienen cuando se medicaliza el parto» y tomó la decisión. «Lo más cómodo -añade su esposo- hubiera sido ir al hospital, allí te lo hacen todo, hasta te sacan al bebé y si quieres te duermen para que no lo sientas, no puedes trabajar el parto». Yolanda optó por «vivirlo de una manera más intensa, eligiendo mis tiempos».   

A los seis meses de embarazo  tomó la decisión, aunque guardó el secreto hasta los ocho, «mi madre no quería, tenía miedo». «No es fácil salirte de lo establecido». A las 39 semanas y cuatro días llegó su pequeña Emma, recostada en el sofá de su casa, «fue maravilloso, ni un punto de episiotomía, con libertad para moverme por donde quería, haciendo lo que el cuerpo te pide».