Editorial

Lecciones gallegas

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Los gallegos vuelven a otorgar su confianza al PP de forma mayoritaria en unas elecciones, como todas últimamente, impregnadas de la retórica nacional. Pese a que se elegían diputados al Parlamento gallego, en las papeletas del domingo se ponía sobre el tablero también la reválida al liderazgo de Alberto Núñez Feijóo y el respaldo a la estrategia de cesiones a los nacionalistas, especialmente la amnistía, de Pedro Sánchez.

La victoria del PP es inapelable. Su candidato, Alfonso Rueda, logra una difícil mayoría absoluta en tiempos de fragmentación y mantiene el nivel de voto de su antecesor, pese al incremento significativo de la participación. También es manifiesto el descalabro de los socialistas, que apenas superan el 14 por ciento del voto en una Comunidad que gobernaron hace quince años. La identidad del discurso político del PSOE de Pedro Sánchez con el de las formaciones independentistas es tan compacta que se confunden y, puestos a elegir, es posible que el original sea más atractivo que la copia. También es destacable el gran crecimiento del BNG, que se visualiza como la alternativa real a los 'populares' gallegos gracias al tirón de su candidata y a relegar las ensoñaciones nacionalistas en favor del denominado 'eje social'.

El escenario dibujado ayer, no obstante, debe invitar a los dos partidos pilares del sistema político de la Constitución de 1978 a algunas reflexiones. En el corto plazo, el PP deberá afinar mucho más sus ejes de acción política - especialmente sus estrategias de campaña - y la solidez de los mensajes de su presidente si pretende que su liderazgo no esté permanentemente en tela de juicio. En el largo, el problema más acuciante de los 'populares' en toda España es su incapacidad para sumar a su proyecto a la población joven, que encuentra más complicidad con otros referentes públicos y otros mensajes.

El PSOE tiene aún pendiente el debate aplazado sobre los efectos en la mayor parte del territorio de su estrategia de entrega a las formaciones nacionalistas e independentistas. Los comicios gallegos han demostrado que los socialistas no pueden aspirar a ensancharse por el centro con los votos de la derecha mientras sigan encerrados en un muro que ellos mismos han levantado y que les aleja de las zonas templadas del electorado en la mayoría de las comunidades autónomas. Su estrategia en los comicios gallegos de presentar como propia a la candidata del BNG y ocultar su proyecto autónomo es un ejemplo de renuncia a ser determinante en una parte del territorio y, sin esa capacidad de influir en la mayor parte del país, el PSOE de Pedro Sánchez corre el riesgo de convertirse en un partido instrumental que los nacionalismos periféricos utilizan en las elecciones generales para rentabilizar y optimizar sus intereses.

El sistema democrático español necesita de una socialdemocracia que tenga un proyecto global para España que sea algo más que la suma de los intereses de sus socios sazonada de populismo cortoplacista.