Editorial

Los obispos apuestan por el consenso en el seno de la Iglesia

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El primer gesto de Luis Argüello nada más ser elegido para liderar por cuatro años la jerarquía eclesiástica fue acercarse a las víctimas de abusos sexuales que se manifestaban ayer en la puerta de la casa de los obispos. El segundo, ya ante los medios de comunicación que aguardaban dentro sus impresiones tras lograr la mayoría absoluta en la primera ronda de votación de la Asamblea de la Conferencia Episcopal (CEE), fue «gambetear» muy bien las preguntas de los periodistas, algo que ya le elogió en su día el Papa con ese símil futbolístico. Lo primero, evidentemente, denota que el arzobispo de Valladolid pretende esmerarse para ejecutar el plan de reparación integral de víctimas de abusos que el Episcopado acaba de poner en marcha. Tras la desafortunada gestión que la CEE ha hecho en los últimos años de un escándalo que ha causado un grave trauma a miles de personas, los obispos tienen que afrontar de una vez y con todas sus consecuencias el reconocimiento del daño y la reparación a quienes lo sufrieron. Por su parte, sobre la cintura nuevamente exhibida en rueda de prensa, demuestra Argüello desde el primer día por qué es la figura de consenso que los prelados españoles han elegido para tender puentes entre el sector progresista y proFrancisco y el conservador y más reaccionario a la agenda reformista del Pontífice, las dos sensibilidades predominantes en el seno de la Iglesia que desde ya están convocadas a entenderse.

Con cualidades notables y fama de dialogante, los obispos han apreciado en quien ya fuera portavoz y secretario de la CEE entre 2018 y 2022 el perfil moderado que buscaban para ser la cara pública de la Iglesia española en un momento de disensos dentro de la institución, también sobre cómo afrontar la verdad de los casos de pederastia. Sus buenas relaciones con progresistas y conservadores, y su pretendida y exhibida ambigüedad ideológica, reformista en lo social y más recio en asuntos de fe, le pueden facilitar la tarea. Ni en Valladolid ni durante su paso previo por la Conferencia protagonizó grandes controversias y su labor estuvo caracterizada por la búsqueda de consensos con el Gobierno, a pesar de los notables desacuerdos en asuntos como la legislación educativa o el aborto. Por ello, la elección de Argüello podría preludiar el regreso a una etapa de mayor conflictividad con el Ejecutivo, si bien, seguro que lejos de épocas de pancartas y manifestaciones que tanto contribuyeron a distorsionar el papel episcopal en la conversación pública.

Solo con unidad podrá la Iglesia católica pasar página a uno de sus capítulos más espinosos y empezar a tratar algunos de los achaques que adolece sin remisión (crisis vocacional, descenso continuo de fieles, aumento del agnosticismo y ateísmo…) y, a la vez, seguir ejerciendo y poniendo en valor sus imprescindibles acciones asistenciales, sanitarias, educacionales y pastorales.