Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El grito silencioso

28/07/2023

La hostilidad a las matemáticas explica muchas de las tragedias humanas, pero reducir la existencia humana a un solo guarismo no deja de ser una frivolidad. Los economistas, sujetos de una inteligencia preclara, tienden a comportarse como Ícaro.

Hacer esta afirmación no significa que se comulgue con ruedas de molino y se acepte sin crítica cualquier reflexión que ataque a la evidencia numérica. Cuestionar la ejecución política guiada solo por el P.I.B. no supone negar que la Unión Soviética, Cuba o Corea del Norte tenían modelos económicos sin futuro. Hasta los comunistas chinos entendieron que había algo en su teoría que reducía el potencial humano; pero siguen escépticos sobre la dignidad humana y la libertad individual.

Es imposible seguir el ritmo frenético de la inmediatez. Los medios devoran datos como si fuese información contrastada y esperan análisis sesudos para iluminar a sus clientes. Hay asuntos cuya complejidad requiere una finura, talento o sabiduría que la inmensa mayoría de los mortales carecemos. Hace no mucho, poseíamos la humildad de confiar en otros esas tareas, mientras que ahora la soberbia nos dota de unas capacidades inexistentes.

La inmensa mayoría no tenemos el criterio suficiente para valorar las implicaciones morales de la gestación subrogada, la eutanasia, el aborto, la fecundación in vitro, la identidad de género, el racismo o la libertad de expresión. Aunque tengo opinión clara sobre estos asuntos, dudo de mi habilidad para argumentar sobre ellos.

Lo dicho no significa que mi confianza en la democracia y el voto popular como sistema político no sea absoluta ya que permite el cambio de gobierno pacíficamente y esa paz merece la pena. Otra cosa distinta es que el pueblo acierte siempre. Basta con mirar a la Argentina democrática para confirmar cómo un país se empobrece voluntariamente. Actualmente, la dignidad humana está en horas bajas. No por las agresiones que sufre, sino por la incapacidad popular para percibir sus ataques. Verdaderos gigantes intelectuales nos precedieron, pero ahora no son ni siquiera un recuerdo.

Si frenamos un instante, nos percataremos de que la búsqueda de la verdad, la libertad o la dignidad humana forman parte de nuestra razón de ser. Desgraciadamente rebajamos su importancia cuando acudimos a ella desde el sentimiento. Nunca puede ser argumento para el odio o la justificación para la mentira. Somos seres individuales y únicos, pero al englobarnos en colectivos se impone la masa y la dictadura se instala.