Miguel Ángel Rodríguez:«El mago tiene un punto de locura, y el psiquiatra una buena dosis de magia»

J. Monreal
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El ilusionismo,   popularmente denominado magia, es un arte escénico y espectáculo de habilidad e ingenio, que consiste en producir artificialmente efectos en apariencia maravillosos e inexplicables mientras se desconoce la causa que los produce.
A buen seguro que el mago protagonista de estas páginas no conocía la definición de magia el día que vio en las paredes un cartel anunciador de la actuación de un mago. Espectáculo al que los asistentes debían llevar su propia silla, ya que el mismo tenía lugar en plena calle. Miguel Ángel no dudó en tomar su silla y acudir a la llamada del mago, quien al ver al chiquillo tan entusiasmado -el primero de los posibles espectadores- le preguntó si quería ser su ayudante. Miguel Ángel aceptó y estuvo al lado del ilusionista preparando todo el espectáculo, hasta que éste dio comienzo…. A partir de aquel momento, su afición por la magia se convirtió en pasión y comenzó a estudiar y a localizar material con el que realizar los espectáculos, que ensayaba una y otra vez, para darlos a conocer a los niños de su barrio en improvisados escenarios montados en cualquier plaza o parque de la ciudad.
«Así fue como nació mi vocación por este mundo de ilusión que tantas satisfacciones me ha proporcionado, y con el que sigo disfrutando», dice Miguel Ángel Fernández, quien siguiendo la moda de la época, no dudó en buscar un nombre artístico ‘sonoro’, que llamara la atención del público, «porque pensé que sonaba poco atractivo, ‘El Mago Miguel Ángel’, ¿verdad?, de modo que seguí la pauta de mis colegas –Peter Evans, sin ir más lejos- y saqué de la chistera un nombre artístico ‘Rofherman’, a base de juntar letras mi apellido y mi nombre, al que añadí un título nobiliario, el de Conde, que sonaba mejor», apunta Miguel Ángel, quien a pesar de que su familia no veía con buenos ojos que se dedicara al mundo del espectáculo, siguió haciendo actuaciones en distintas salas de Madrid.
Tenía mi público en la capital, pero tuve que marcharme a acabar la carrera a Granada, y pensé que allí dejaría a un lado la magia. Craso error, porque nada más llegar, me hice de la tuna –como también lo era de la de Madrid- y en una de las noches que salíamos de ronda  me encontré con el representante que tenía en Madrid (quien también lo era de Fernando Esteso), y él fue quien me convenció para que siguiera actuando. Le dije que casi estaba retirado de aquel asunto y no tenía ni traje para actuar. Me convenció de tal manera que recalé en un cabaret muy afamado en Granada ‘El Rey Chico’, donde firmé un contrato por una semana, contrato que se fue prolongando hasta convertirse en cinco años, tiempo en que también acabé la carrera de Medicina que es para lo que me había ido a Granada», comenta el mago, quien añade que «la vida no es más que un cúmulo de casualidades y oportunidades que hay que saber aprovechar. El deseo de mi padre era que hiciera medicina, y al final la vida me llevó por ese camino, aunque no renuncié a mi verdadera vocación que es la magia, el mundo del espectáculo y, por supuesto la psiquiatría, cosa que yo quería ser siempre desde niño, y terminé por conseguirlo».
 
profesional. Sus actuaciones en Granada le sirven para poner en marcha el Círculo Mágico Granadino –que aún hoy sigue funcionando-, así como para dar a conocer su espectáculo por toda  España, en el que mezcla la magia con el humor (en la mayoría de los casos para eludir a la censura), en las salas de fiestas de entonces (cabarets), en los que se daban espectáculos de variedades, con un final reservado para la actuación de un mago.
«El primer local donde actué como profesional, fue ‘El Señorial’ en la calle Leganitos, donde sustituí a un ventrílocuo al que había salido una gira por Asturias y me quedé en su lugar. Recibía un buen sueldo, porque eran 1.500 pesetas diarias, que no estaba nada mal, y a partir de ahí, fui a Saratoga, donde cobraba el doble», dice Miguel Ángel, quien acaba de cumplir sus primeros cincuenta años en el mundo del espectáculo «con miles de actuaciones a lo largo y ancho de España, y en algunas ocasiones en el extranjero, como Portugal, Marruecos, Francia  y Sudamérica, pero donde mejor me sentía era en España y especialmente en cabarets, por la cercanía del público y porque es este tipo de locales hay que echar mano del ingenio y sentido del humor para llevar al espectador a tu terreno».
Un mago que ejerce su labor  de ilusión, sin olvidar su quehacer cotidiano, la medicina en la rama psiquiátrica.
«Si te fijas un poco, el médico y el mago tienen mucho que ver porque el médico, en sus orígenes, no era otra cosa que el ‘chamán’ al que todos recurrían. El psiquiatra tiene mucho de confesores, y sobre todo de mago. Si tienes una buena praxis mágica en la consulta, ya tiene mucho ganado con el paciente, al que lo primero que hay que ofrecerle es confianza y seguridad para que confíe en ti como profesional», apunta el psiquiatra, quien a lo largo de sus años de ejercicio -algunos de ellos como psiquiatra de centros penitenciarios, ha tratado a personajes de la vida pública española, «entre ellos, al cuerdo más loco que he visto en mi vida: Ruiz Mateos, a quien conocí en Soto del Real, donde también atendí a quien fuera gobernador del Banco de España, Mariano Rubio y al banquero más famoso de este país, Mario Conde», comenta el doctor Fernández, quien lejos de abandonar su faceta de mago, fue distanciando sus actuaciones, aunque siempre deseando estar sobre el escenario, haciendo disfrutar al público con sus juegos de magia e ilusión.
A lo largo de los años de profesión -como mago- la presencia del Conde Ropfherman en televisión fue haciéndose cada vez más frecuente, a la vez que seguía cosechando premios a nivel nacional e internacional, y participando activamente en las organizaciones de magos profesionales. Años de éxito que le permitieron alcanzar cierta estabilidad, «hasta el punto que decidí dar el paso y casarme con mi novia de siempre, Paqui, a quien conocí siendo estudiante de Biología, y con la que me he casado en tres ocasiones», dice sonriendo el mago, refiriéndose a las tres ceremonias celebradas (la oficial, la del 35 aniversario y la realizada en Las Vegas en presencia de sus hijos). «Ese ha sido el verdadero encuentro mágico de mi vida, el de haberme casado con quien es el amor de mi vida, y quien me hizo cambiar la vida bohemia del cabaret y las actuaciones por el sosiego de la vida más reposada ejerciendo la medicina», dice Miguel Ángel. 
 
referentes. En la vida de toda persona es básica la referencia de otras personas que sirven de guía y ejemplo a seguir. En el caso de Miguel Ángel, en sus dos parcelas  profesionales, la única referencia que tuvo fue la figura paterna.
«Siempre he intentado tener una  referencia, que  fue mi padre. Faltó pronto, y tal vez por eso guardo aún mejor recuerdo de sus enseñanzas. No he tenido más referencias, porque siempre he procurado ser yo mismo, aunque no cabe duda de que aprender de todo el mundo, tanto a nivel médico como en el espectáculo. Mago de referencia, todos, médicos de quien aprender, muchos. El día a día es quien te va enseñando, y lo que hay que procurar es llevarse bien con todo el mundo, hacer amigos, y caminar por tu propio sendero tratando de no molestar a nadie», dice el mago Ropherman, quien asiste habitualmente a los congresos mágicos que se celebran a nivel nacional e internacional.
«Siempre he tenido puestos de responsabilidad en el ámbito de la magia, ya que he sido jurado en varios congresos, presidente de muchas sociedades, del Club de Ilusionistas Profesionales, y desde hace diez años ocupo el cargo de  delegado para España de la Sociedad Americana de Magos que es, posiblemente, la más prestigiosa del mundo, en cuanto a socios y tirada de revistas profesionales. Hace unos meses, tuve el honor de ser portada en la revista que edita esta asociación, siendo la primera vez que un español, a lo largo de la historia, aparece en dicha portada», señala Miguel Ángel, quien señala que «mi aparición es esta revista, tal vez no sea por mis habilidades como mago, en el más estricto sentido, sino por el cargo que ocupo dentro del colectivo».
Un profesional de la magia que, junto dos conocidos magos españoles fundó la ‘Compañía Mágica’, con la que puso sobre el escenario números visuales y musicales, acompañados de efectos paranormales, siempre con la colaboración del público.
«La magia que se hace hoy en día no me gusta demasiado. Hay magos que, para mí no lo son, pero que están ahí y triunfan. La magia es algo más que el simple efecto, por muy impactante que sea, porque si al efecto no le das un toque de ilusión, de poco sirve, por muy espectacular que resulte», dice el mago ‘Ropherman’, quien con gesto de cierta tristeza confiesa que su mayor desilusión la  sufrió siendo un niño al ver actuar a un mago en una plaza pública, que presentaba el número de la ‘Sombrilla Mágica’. Nunca quise saber cómo era aquel truco ni saber cómo se hacía. El día que lo descubrí, fue el momento más desilusionantes de mi vida, ya que sentí que algo dentro de mí se había desmoronado...»
 
la cuenca mágica. Aferrado a sus raíces conquenses, en cada una de sus actuaciones, el mago ‘Ropherman’ hace un guiño a su tierra natal.
«Un lugar especial, con tremendas connotaciones mágicas, aunque en algunas ocasiones seamos más ‘aprendices de brujo’ que magos. Cuenca tiene condiciones y posibilidades de ser un lugar idóneo para convertirse en el punto de referencia de la magia a nivel nacional e internacional,. En varias ocasiones he propuesto a los responsables de la ciudad la posibilidad de crear un Museo de la Magia, y la respuesta que he obtenido siempre ha sido la misma...  Hay material más que suficiente y contactos para ponerlo en marcha, pero la idea no termina de cuajar, no sé bien el motivo. Sigo insistiendo, y mi gran sueño sería poderlo ver hecho realidad y no quedarme con la ‘desilusión’ de no haberlo podido llevar a cabo», señala Miguel Ángel, quien tras haber cumplido sus primeros cincuenta años en el mundo de la magia, sueña con seguir actuando como ha hecho hasta ahora «en locales grandes y pequeños, frente a miles de espectadores o ante un puñado de personas que tomaban la última copa de madrugada en el cabaret. El profesional se entrega del mismo modo, haya un espectador o mil. La magia surge si tú lo quieres, y salvo que tropieces con algún tozudo -que también los he encontrado- el espectáculo sigue adelante y al final consigues arrancar el aplauso del público», dice el ‘Conde Ropherman’.
 Hoy en día, con sus siete nietos, y al frente de su clínica psiquiátrica, el mago participa activamente en congresos profesionales y actúa -como el pasado fin de semana- en galas benéficas y allá donde se reclama su presencia.  «El mago no deja nunca de serlo porque lo que le mueve a actuar es la inquietud y la ganas de saber, aprender y divertir al público. He sido feliz en mi profesión, en mis profesiones, y espero seguir siéndolo hasta el último momento, porque soy de los que pienso que la verdadera magia es la que te hace vivir y soñar», dijo.