Los huertos urbanos incorporan la pipa a su plan de rescate

Álvaro Fernández
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La iniciativa, que va por su tercera edición, busca preservar el conocimiento popular, promover cultivos olvidados y mostrar las propiedades de cada uno

Ana Belén Rubiato y Todd Blomberg, junto a la parcela donde se han plantado pipas blancas en los huertos urbanos - Foto: A.F.

Por tercer año consecutivo, los huertos urbanos, en colaboración con la Concejalía de Medio Ambiente, han impulsado un proyecto para la recuperación de plantas tradicionales que han caído en el olvido, a pesar de su importancia histórica y nutricional en la región. La idea se desarrolla bajo la coordinación de Ana Belén Rubiato, técnica de Medio Ambiente, y el impulsor del movimiento ciudadano I Love Tarancón, Todd Blomberg. 

Si en años anteriores se centraron en la verdolaga y la colleja, este año la protagonista es la pipa blanca, una variedad de girasol comestible autóctona, muy común en el pasado y que hoy casi ha desaparecido. La técnico de Medio Ambiente destaca que «estas plantas eran alimentos de emergencia, con alto valor nutricional y simbólico, y que no deben caer en el olvido».

La verdolaga, considerada durante años como una mala hierba, es rica en omega-3, antioxidantes y vitamina C. «Una hortelana de origen árabe nos enseñó a valorarla, cocinándola en guisos y encurtidos, y ahora los niños vienen, la prueban y entienden que tiene un valor», explica Rubiato. La colleja, por su parte, tiene una fuerte vinculación con la cultura popular. «Nuestros abuelos la comían en tortilla en primavera cuando apenas había nada en el campo, y hay hasta canciones tradicionales que la mencionan». Ambas plantas han sido reintroducidas con éxito y ahora conviven en el huerto con las  protagonistas de esta temporada, como son las pipas blancas.

Este año, el trabajo con las pipas de comer pretende recuperar no solo una especie, sino una cultura agrícola. Blomberg recuerda que «las pipas de Tarancón eran conocidas en toda España, ya que se sembraban en abril y se recogían en septiembre, se comían crudas, recién sacadas de la flor, y representaban una fuente económica y emocional muy importante para muchas familias». Además, gracias a la colaboración de una empresa local, se han conseguido semillas de pipa blanca de calidad y sin procesar para devolver a los huertos un cultivo de alto valor histórico.

Más allá de su valor agrícola, esta iniciativa tiene un objetivo claro, que es educar. Los centros educativos y las escuelas de verano están preparando visitas a los huertos para que los más pequeños conozcan el proceso completo de estas plantas rescatadas. «Verán cómo germina una semilla, cómo crece, cómo se recolecta y cómo se puede transformar en alimento», cuenta Rubiato. Se les entregarán semillas para que las planten ellos mismos, y se realizarán talleres de cocina sencilla con pipas, verdolaga o collejas, acercando así el origen de los alimentos a su día a día.

Este proyecto, que crece año tras año, quiere confirmarse como una iniciativa viva, que continúe incorporando nuevas especies locales en peligro de desaparición y que fortalezca la conexión de la ciudadanía con su entorno natural. «Queremos que los niños conozcan, valoren y protejan lo que es suyo, porque la naturaleza no es solo paisaje, es historia, es alimento, y es identidad», concluye Blomberg, en lo que es una apuesta porque Tarancón sea más sostenible, consciente y esté más conectado con sus raíces.