Sonidos de fe

Manu Reina
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Dos décadas de música procesional convierten a la Banda de Trompetas, Tambores y Gaitas de la Junta de Cofradías en el alma sonora de la Semana Santa, gracias a un amplio repertorio que enamora a nazarenos y visitantes en cada una de las procesiones

Sonidos de fe - Foto: Reyes Martínez

El viento frío de la madrugada de Cuenca se enreda en los callejones estrechos, rozando las piedras centenarias que han escuchado los mismos ecos año tras año. Sonidos profundos, marciales, solemnes. La vibración de los tambores retumba en los muros de la ciudad, mientras las trompetas quiebran la penumbra con su lamento de metal. La Semana Santa se anuncia en cada golpe que marcha al compás de la tradición. La Banda de Trompetas, Tambores y Gaitas de la Junta de Cofradías de la Semana Santa se convierte, un año más, en una de las voces que guía los pasos del fervor. 

Francisco Javier Poyatos, su director, celebra el vigésimo aniversario de esta agrupación que «no responde a los cánones habituales de una banda de música». Su origen se remonta a la histórica banda de la Guardia Civil, cuya estela siguió la Banda de Cornetas y Tambores Amigos de Cuenca y, posteriormente, esta formación que hoy es emblema sonoro de la Pasión conquense.

Desde su fundación en 2005, y con su primer desfile en la Semana Santa de 2006, la banda ha evolucionado en su estilo y composición. «Al principio éramos una banda de cornetas y tambores al uso, pero con el tiempo hemos incorporado más instrumentos de viento: trompetas, trombones, tubas... Ahora nos acercamos más a una agrupación musical». El sonido, por tanto, ha mutado con los años, abrazando una melodía «más envolvente, menos ruda, sin perder la esencia procesional». Lo curioso es que nunca han llevado gaitas, pese a la intención fundacional. 

Sonidos de feSonidos de fe - Foto: Reyes Martínez

Una de las decisiones más significativas en la década que Poyatos lleva al frente fue el cambio de uniforme. «Antes era rojo, pero yo siempre pensé que no encajaba con los colores de la Semana Santa. En el Entierro, por ejemplo, desentonaba demasiado». Con la aprobación de la Junta de Cofradías, en 2015, la banda adoptó el morado como emblema. «Más acorde con la solemnidad de la Pasión». 

En la actualidad, la banda cuenta con 52 integrantes, de los cuales alrededor de una decena son mujeres. «Cada año hay pequeñas variaciones, pero mantenemos un número estable. La mitad son instrumentistas de viento, la otra mitad percusionistas. Incluso tenemos un músico que desfila con la tuba». Son los primeros en cada procesión, encabezando la comitiva con el guion de la banda, marcando el ritmo de la Pasión. El mayor es el propio Poyatos, y resulta que el más pequeño es su propio hijo, con 13 años, «algo que me enorgullece y me emociona mucho», argumenta. 

Este colectivo participa en siete de las diez procesiones de la Semana Santa de Cuenca. Días de fe y sacrificio, pero también de satisfacción y orgullo. «Hay quien piensa que es algo que se improvisa de un día para otro, pero llevamos ensayando desde octubre», apunta Poyatos. «Cuando llega febrero, ya estamos a cuatro ensayos semanales de dos horas cada uno», remata.

El repertorio es amplio y variado, con casi una treintena de marchas en su haber. «Este año no hemos incorporado ninguna nueva, porque no hemos tenido concierto, pero normalmente estrenamos tres o cuatro cada temporada», comenta el director. Entre las más reconocidas están Caridad del Guadalquivir, la Saeta u Oración, que suena cada Jueves Santo al paso del Huerto. También hay composiciones más recientes, como La Esperanza de María o El Sacramento de Nuestra Fe o Corazón de San Juan, piezas «muy melódicas» que han calado entre los cofrades y los espectadores.

La pasión con la que se entrega la banda es incuestionable. Dedican meses de ensayo, horas y horas que se multiplican a medida que se acerca la gran fecha. Pero el esfuerzo no siempre tiene recompensa. La lluvia es el peor enemigo de una Semana Santa que depende del cielo. Francisco Javier recuerda, con pesar, que «el año pasado fue catastrófico». «Te tiras cinco meses ensayando y llega el gran día... y se cancela. A nosotros se nos han caído las lágrimas más de una vez».  Uno de los retos pendientes es encontrar un espacio de ensayo adecuado. «Seguimos en la misma nave que usamos desde siempre, donde pasamos frío y no es acta para ensayar». De ahí que sigan reivindicando, «desde que empezamos, un sitio acondicionado... y nada, ni caso». 

Así, mientras la madrugada y el día de Cuenca susurre su fervor, en cada nota y en cada alma que marche al compás de la tradición, seguirá latiendo la música de esta banda.