'La Roldana', escultora de la Corte con calle en Cuenca

Luz González
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'La Roldana', escultora de la Corte con calle en Cuenca - Foto: Pablo Cortijo

Recordar el nombre de Luisa Roldán, la Roldana, que da nombre a una calle de Cuenca, puede formar parte de las celebraciones y reivindicaciones del 8 de marzo, Día internacional de la Mujer. Luisa fue de las primeras mujeres que se atrevieron a firmar su obra, aunque lo hiciera en lugares escondidos de sus esculturas, por lo que ha pasado desapercibida durante siglos para los historiadores. 

Luisa logró independizarse al casarse con un aprendiz del taller paterno, contra la voluntad del jefe de familia y maestro de taller, que se quedaba sin mano de obra gratuita. También se opuso el padre a la boda de sus hermanas Ana y Manuela, que trabajaron junto a ella de manera anónima, pero Luisa fue más valiente, se escapó de casa y acudió a un juez para poder casarse. Con la misma determinación, lograría más tarde el título de Escultora de Cámara, máximo reconocimiento que un artista podía alcanzar a finales del siglo XVII, en la corte de Carlos II.

El hecho que explicaría que esta escultora esté en el callejero Cuenca es la existencia de obra suya en nuestra provincia. Un Nazareno en el convento de las monjas clarisas, en el pueblo conquense de Sisante, y las figuras de un belén que realizó por encargo del duque del Infantado, para el convento Nuestra Señora del Rosal de Priego. 

La escultura del Nazareno de Sisante, considerada milagrosa por los creyentes, solo se saca en procesión cada cien años, pero puede verse en el convento donde los fieles van a besarle los pies todos los viernes del mes de marzo.  

Se trata de un encargo que el rey Carlos II le había hecho a su escultora de Cámara para regalársela al papa Inocencio XI, y que a la muerte de este papa en 1689, quedó en su taller. Fueron los herederos de Luisa quienes vendieron la obra al convento de Sisante, donde hoy se conserva. 

Su obra en el monasterio de Priego, un belén de 173 piezas, de las que 96 eran de animales, que se creían destruidas en la Guerra Civil, según atestiguan documentos del Obispado, se sospecha que puedan ser las que, de vez en cuando, aparecen en el mercado del arte: figuras individuales de terracota con un estilo similar al de Luisa. (Hall Van Den, 2018, p.147).

Declaración de pobreza. Luisa Roldán, llamada la Roldana, nació en Sevilla en 1652 y murió en Madrid, en 1706. No hay ningún documento que atestigüe estancias, visitas, o la más mínima referencia a Cuenca en su biografía, aparte del destino de estas dos obras suyas.  

El cargo de pintora de Cámara no debió proporcionarle demasiados beneficios económicos, puesto que, poco antes de su muerte, hizo una declaración de pobreza en la que dice que no tiene bienes ningunos de los que hacer testamento y pide la caridad de que sufraguen su entierro. 

Existen varios documentos en los que pide dinero a la Corona, en los que habla de su pobreza y de las necesidades que tiene que atendar al ser su trabajo el único sustento de su familia. También hay súplicas para que le otorguen a su marido un puesto en palacio. Aunque a ella se le asignó un salario de cien ducados, parece que no se los pagaban, porque pide al rey que le conceda cobrar los atrasos y poder vivir en las casas del Tesoro, cerca del palacio real, como viven otros artistas de su Cámara, todos ellos hombres. También dirige cartas a la reina Mariana de Austria, con peticiones similares. En 1697, entre súplicas, le recuerda que lleva seis años a su servicio y pide «vestuario o una ayuda de costa o lo que fuese de su mayor agrado». Como justificación de esta petición, añade, «por estar pobre y tener dos hijos, lo paso con grandes estrecheces pues muchos días falta para lo preciso para el sustento de cada día». 

En su vida hay muchas más muestras de discriminación por género. Primero la vemos trabajar de forma anónima en el taller de su padre y luego, cuando se casa, será el marido el que firme los encargos, ya que, por ley, no podía hacerlo ella. Las mujeres casadas no podían firmar documentos, dependían de la firma del marido. Lo que sí hace, a partir de 1692, año en el que obtiene el título de escultora de Cámara, es firmar sus obras con su nombre. Firmará esculturas grandes en madera, como el San Miguel que hizo para el monasterio de El Escorial, donde pone su firma en la planta del pie que tiene ligeramente levantado, o el Nazareno del convento de Sisante. 

Además de los encargos que le hacen en la Corte y los conventos, le llegan peticiones de Roma, lo que demuestra que su prestigio como artista se extendía más allá de nuestras fronteras. La Academia de San Lucas, en Roma, le concedió la medalla de Académica de Mérito el mismo día de su muerte, el 10 de enero de 1706. 

Respecto al Ecce Homo de Sisante se dice que fue la última talla en madera que realizó Luisa, en torno al 1700, y que representa la culminación de su arte.