A expensas de lo que pueda pasar con el voto o la abstención de los confinados en la comarca de La Mariña y su influencia en el voto no sólo lucense sino de toda Galicia, parece que Alberto Núñez Feijóo, con su cuarta mayoría absoluta, seguirá siendo el presidente de los gallegos hasta 2024. En el País Vasco, Urkullu alcanzará, si no hay sorpresas o una alta abstención, los mejores resultados del PNV en cuarenta años. El PP y el PNV han gobernado ambas autonomías sin dejar prácticamente resquicio al contrario. Y así seguirán las cosas.
En Galicia el PP solo puede gobernar desde mayoría absolutas -y no es nada fácil lograrlas- porque todos sus rivales se unirán si hay una sola posibilidad de quitar el poder a los populares. En el País Vasco, la situación es diferente. El PNV gobierna con los socialistas, y previsiblemente así seguirá porque eso le garantiza ser el socio de confianza de Pedro Sánchez en Madrid -y el cobro de fuertes dividendos políticos, competenciales y económicos- y resta posibilidades a un pacto anti natura entre Podemos, Bildu y el mismísimo PSOE, que mandaría al PNV a la oposición y que blanquearía, daría el poder y la legitimidad democrática a los herederos de ETA.
Feijóo se presenta escondiendo las siglas del PP porque aspira a que le voten simpatizantes de Vox, de Ciudadanos y hasta del PSOE para alcanzar esa mayoría absoluta. Los del PNV dicen que los vascos se fían del PNV aunque no sean nacionalistas. En ambos territorios, los ciudadanos están apostando por líderes con un discurso sereno, por gestores eficientes, por políticos que dialogan y tienen experiencia y, sobre todo por personas que no encrespan y que transmiten confianza. Con algunos matices. Urkullu dejó tirado a Mariano Rajoy, después de apoyarle en los Presupuestos Generales del Estado -por cierto, esos Presupuestos con los que sigue gobernando Sánchez, incapaz de aprobar unos propios- y en eso ha seguido la estela de todos los líderes recientes del PNV. Desde Garaicoechea a él mismo, pasando por Ardanza e Ibarretxe, de infausta memoria, más que la gobernanza de España, que les interesa por lo que les interesa, lo importante es lo que han podido o pueden sacar del Gobierno central. Por eso mismo, si un día Urkullu tiene que dejar a Sánchez, por un beneficio mayor para los vascos, lo hará.
Feijóo ha demostrado su capacidad de gestión y de diálogo desde sus tiempos de consejero de Sanidad en Galicia a la presidencia del INSALUD o la de Correos, hasta la Xunta de Galicia. Debió ser el sucesor de Mariano Rajoy en el PP, pero, inexplicablemente, se bajó del tren y siguió en Galicia. Hubiera sido -tal vez lo sea en un futuro no tan lejano- un gran presidente de España. Y habría manejado la gestión de la pandemia mucho mejor que Pedro Sánchez por experiencia y por talante. Feijóo y Urkullu van a ganar sus respectivas elecciones porque son firmes pero no crispan. Porque han mejorado sustancialmente, partiendo desde posiciones muy diferentes, los niveles de vida y el PIB de sus ciudadanos. Porque son buenos gestores. Porque transmiten confianza a los suyos y a los que no son tan suyos. Muchos gallegos votarán a Feijóo sin ser del PP y algunos vascos harán lo mismo con Urkullu sin ser, incluso, nacionalistas. También influye, no tengan duda, la escasa confianza en sus competidores y en lo que podrían hacer. Vascos y gallegos practican lo que decía la quinta regla de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola: "en tiempos de desolación, no hacer mudanza". Lo decía un vasco y estos tiempos lo son.