Un enfermero, el favorito del público y un torero

Leo Cortijo
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Emilio de Justo, claro aspirante a triunfador de la Feria de San Julián, borda por momentos el toreo fundamental merced a un concepto tan puro y cargado de emoción, como estético y clásico.

Un enfermero, el favorito del público y un torero - Foto: Javier Guijarro Fotografia

Los clichés, las etiquetas o los prejuicios no suelen ser buenos, pero a veces para resumir una tarde de toros intensa y con fundamento como la última de feria pueden resultar útiles. La afición conquense echó el cerrojo a su serial en una tarde en la que El Juli tuvo que ponerse la bata de enfermero para 'cuidar' al peor lote de un, eso sí, interesante encierro de Rehuelga. La mejor dupla fue a parar a manos de un Emilio de Justo que, a pesar de los pesares, es un torero como la copa de un pino. Ha pasado las de Caín, pero su concepto es el de la eternidad de la tauromaquia. En el triunfo no les acompañó Roca Rey con un toreo de mucho menos peso y mucho más vulgar, pero con predicamento entre la masa, y ésta también dictamina. Al final, con etiquetas o no, el enfermero, el favorito del público y el torero se fueron contentos. 

El Juli no terminó de encontrar el lucimiento capotero con Mediokilo, que humilló de salida hasta comerse literalmente la arena y que se movió de forma errática y descompuesta hasta el encuentro con la vara. De hecho, una parte del público pidió su devolución. La notable falta de fuerzas que cantó en los primeros tercios la confirmó después en la muleta del torero de Velilla, yéndose al suelo cuando se le bajó la mano. A Julián no le quedó otro remedio que aliviarle a media altura y llevarlo entre algodones en una faena insustancial por la falta de transmisión del animal. Hizo más de enfermero, cuidando la nula condición de su oponente, que de torero. Capítulo baldío rubricado con un bajonazo en los sótanos. 

En el segundo de su lote, Meleno, salió arreando en un bullicioso saludo con el percal y en el quite por chicuelinas. Brindó al público entre una clamorosa ovación una obra en la que no hubo medias tintas por su parte. Y recalco lo de por su parte porque el madrileño confirmó que en el sorteo copó lo peor que había en el sombrero del mayoral. El animal, descastado, se movió sin clase y sin terminar de romper. Fue y vino sin emplearse, con la cara por las nubes y sin decir nada arriba. Todo lo dicho, poco en líneas generales, lo dijo El Juli.

Emilio de Justo solo pudo apuntar un par de verónicas de inicio con el Gitanillo segundo, con el que inició instrumentación en el tercio tras sacárselo con toreros doblones. El de Rehuelga tuvo fijeza y repeticion, pero no alargaba su viaje más allá del tercer muletazo. Suficiente, eso sí, para que el extremeño cincelara muletazos reseñables especialmente por el flanco derecho, enroscados y cargados de pureza. Hubo hondura máxima en algunos de los que dispuso y mucho sabor en su concepto. Al natural todo fue más suelto, de uno en uno y sin la misma intensidad. Con todo, la obra, aunque meritoria, no terminó de ser rotunda durante todo su metraje y solo una serie final rompiéndose por abajo evitó que no fuera del todo gris. La guinda perfecta fue una tanda con la diestra sin montar el estoque, con la planta desmayada, en una muestra perfecta de torería natural. La estocada ya valió una de las dos orejas. 

Aceituno, quinto de la tarde, se presentó como si nada en el último tercio, después de la intrascendencia de los dos primeros. Emilio, que brindó a la afición conquense, volvió a empezar con la muleta del mismo palo que con su primero, con el toreo genuflexo más puro posible. En los medios, rubricó dos tandas por el derecho largas de cinco y el de pecho, con muletazos de trazo rectilíneo, pero ceñido, ante un ejemplar de Rehuelga que se lo tragaba todo, suavón y docilón. Tres cuartos de lo mismo al natural, algunos de ellos acostándose en el muletazo y parando la velocidad natural del tiempo. Hubo remates por abajo antológicos y la comunión no pudo ser mayor cuando relajó la figura y muleteó a placer. Seguramente –en disputa en todo caso con Fernando Adrián–, el gran triunfador de San Julián. 

El Tocador que hizo tercero y que no pudo ser más bonito, a punto estuvo de hacer un destrozo en banderillas. Antonio Chacón se libró por los pelos en los dos pares. A partir de ahí, Roca Rey se quedó solo con el pupilo de Buendía, un burel que no dejó de mirarle y acudir presto a su reclamo, noble como pocos y sin pedir nada a cambio. Un 'bombón' para el último tercio. Sin embargo, el peruano tardó un mundo en encontrar el acople, se difuminó en probaturas y en cambios de terreno hasta que logró dar con la tecla, de aquella manera, en el toreo al natural. Por ahí sacó algo positivo a cuentagotas, pero sin terminar de dar ese golpe en la mesa que el oponente merecía. Toreo sin ajuste, sin transmisión, sin gusto y sin profundidad. Por debajo del animal. La estocada, efectiva, calentó la oreja.  

Beato, último toro de la feria, no tuvo la acometividad de sus mejores hermanos, y su entrega en la muleta del limeño no tuvo esa franqueza tan evidente. Con todo, Roca dio pases a diestro y siniestro, algunos regulares y otros peores. Innumerables, pero insustanciales.

 

FICHA

- Plaza de toros de Cuenca. Quinta y última de la Feria de San Julián. Tres cuartos largos en tarde agradable. Se lidiaron seis toros de Rehuelga, muy bien presentados. Flojo de remos y cogido con alfileres el primero; se dejaron por ambos pitones con calidad los noblones segundo y tercero; no terminó de romper el descastado y desclasado cuarto; suavón y docilón, se dejó muletear el quinto; se dejó sin romper del todo el sexto.

- El Juli (gris y azabache): palmas y dos orejas.

- Emilio de Justo (canela y oro): dos orejas tras aviso y dos orejas.

- Roca Rey (gris perla y plata): oreja y ovación con saludos.

- El Juli recibió un galardón por su trayectoria y por ser el torero con más puertas grandes en esta plaza.