Es el principal motor de la economía española y también de la conquense. El turismo lo es todo, o casi todo, en esta ciudad. De forma directa o indirecta, infinidad de puestos de trabajo penden del hilo que ahora sujeta a multitud de familias. La crisis no hace prisioneros y ataca a todas las ramificaciones de la economía, pero ésta, como muy pocas otras, presenta una situación tan desesperada. Aquellos que viven del turismo están en este momento contra las cuerdas. No es para menos. Las agencias de viajes cifran en un 90 por ciento la caída de sus ventas como consecuencia de las restricciones aplicadas en la segunda ola. Después del oasis en el desierto que vivieron en verano, el repunte de la curva trajo consigo cierres perimetrales y medidas sanitarias más estrictas. Así, el hecho de viajar fluctúa entre lo imposible y el milagro.
«Lo estamos pasando realmente mal, no vendemos nada». Así de explícita es Ana Rubio, directora de la agencia Nautalia en Cuenca. «Lo poco que se vende son billetes de gente que regresa a sus países de origen y alguna estancia en hotel por motivo profesional o laboral», añade. Más allá de eso y algún –«contadísimo»– viaje de novios para 2021, «nada de nada». Con pesar, argumenta que la segunda ola les ha «rematado», y más cuando se anunció un estado de alarma hasta mayo, lo que «hipoteca» su trabajo durante varios meses. «En este sector se bonifica al que reserva con antelación porque hay una serie de promociones y descuentos, pero ahora la gente no piensa a largo plazo porque hay mucha incertidumbre y no sabemos lo que va a pasar en abril, por ejemplo».
Ella, que sigue abierta «por imagen y por seguir dando un servicio», es una rara avis en su colectivo. La mayoría de agencias han bajado la persiana temporalmente. «Nos mantenemos porque estamos en un ERTE parcial» y aunque «el que resista será el que triunfe, no sabemos hasta cuándo podremos hacerlo porque no se puede vivir sin ingresos». Además, recalca, «no recibimos ningún tipo de ayuda».
Ana Rubio, Nautalia viajes - Foto: Reyes MartínezDentro de este mismo planteamiento se mueve Roberto Panadero, responsable de Euforia Viajes. «Para las agencias que nos dedicamos al turismo emisor, que somos la mayoría, es terrorífico», explica, y es que «aparte de los problemas burocráticos, una vez que ya lo tienes todo casi cerrado, llegan y te cancelan el vuelo». Entonces toca trabajar sobre lo trabajado y empezar a cancelar el hotel, las actividades, los guías... y apechugar con los reembolsos. «El vuelo no lo es todo, el viaje es un conjunto de cosas», recuerda este experto en la materia.
Cuando Panadero habla de «problemas burocráticos» se refiere al galimatías que supone cumplir con toda la normativa vigente. Antes de viajar a cualquier punto del globo hay que saber si ese país no tiene a España en su lista roja, lo que impediría viajar directamente. A partir de ahí, hay que ver si exige una prueba PCR y con cuánto tiempo de vigencia o si hay que hacer cuarentena nada más llegar. A veces se da la circunstancia de que ésta es más larga que la estancia en sí. En definitiva, todo se convierte en una «odisea» cuando el viaje se supone de placer. A esto hay que añadir, remata Rubio, lo «cambiante» de la situación «porque un día puedes ir a un determinado destino en unas circunstancias concretas, y al siguiente no».
Empresas turísticas. Cristian Herraiz es guía turístico y a través de su empresa realiza visitas en Cuenca y la provincia. Comenta que la actividad se ha reducido prácticamente a cero desde la entrada en vigor de las últimas restricciones, empezando porque ahora mismo los grupos están limitados a cinco personas. Y eso obliga a subir los precios «ya que si no, no salen las cuentas de ninguna manera». Asimismo, el cierre de la región y la clausura de museos y centros expositivos frenan en seco a sus posibles clientes.
Roberto Panadero, Euforia viajes - Foto: Reyes MartínezUna situación similar presenta Elena Álvarez, que hace apenas un año abrió en la ciudad un aparcamiento para autocaravanas. Un año de andadura que califica de «caótico» a consecuencia de la pandemia. Después de un verano en el que «se abrió el cielo», ahora han registrado un «bajón» de los usuarios que precisaban sus servicios porque venían de provincias ajenas a la región a pasar el fin de semana a Cuenca.
Ana Rubio // Nautalia viajes: «Lo estamos pasando muy mal, no vendemos nada»
Cristian Herraiz, guía turístico - Foto: Reyes MartínezAna Rubio, que dirige en Cuenca la oficina de Nautalia, una de las principales agencias de viajes del país, es directa y clara cuando afirma que lo están pasando «muy mal» porque apenas tienen actividad comercial. No es para menos con todos los castillos que deben derribar y con tantos frentes abiertos. «Lo poco que se vende son billetes étnicos, es decir, de gente que regresa a sus países de origen, sobre todo a Sudamérica, así como alguna estancia en hotel por motivo profesional o laboral», añade. Pero más allá de eso y de algún viaje de novios para 2021, que se cuentan con los dedos de una mano, «nada de nada».
Roberto Panadero // Euforia viajes: «Cada mes que pasa la soga aprieta más el cuello»
Hay diferentes tipos de agencias de viajes. Uno de ellos, el mayoritario, lo conforman las que se dedican al turismo emisor. Ese es el caso de Euforia Viajes, que gestiona Roberto Panadero. «En verano se pudo hacer alguna venta puntual a nivel nacional o insular, pero a nivel internacional ha sido imposible», explica. Por eso, no es de extrañar que califique la situación del sector como «terrorífica». Con los ingresos reducidos a la mínima expresión y los gastos manteniéndose al mismo nivel, prácticamente, «cada mes que pasa la soga va apretando más el cuello». Una situación dramática que afecta incluso a nivel «psicológico».
Elena Álvarez, parking de caravanas - Foto: Reyes MartínezCristian Herraiz // Guía turístico: «Trabajar en esta situación es casi un milagro»
Cristian Herraiz es guía turístico y tiene su propia empresa –El juglar de la historia– dedicada a este sector «tan importante» en la ciudad. Trabajar bajo las circunstancias actuales es casi un «milagro». Más allá de que los grupos no puedan exceder un número realmente pequeño, la tarea se complica hasta el extremo con el cierre perimetral de la región, lo que impide la llegada de visitantes provenientes de Madrid y Valencia, fundamentalmente. Además, dice, «los clientes hacen reservas pero no con previo pago, seguramente porque hasta un día o dos antes no saben si viajarán, y eso hace que haya gente que luego no aparezca». La actividad ha caído en torno al «90 por ciento», destaca. Nada que ver con otros años: «Ahora mismo estaríamos haciendo malabares para encajar un grupo con otro de cara al puente».
Elena Álvarez // Aparcamiento de caravanas: «Este año no hemos tenido ni pérdidas ni ganancias»
Hace apenas un año, Elena Álvarez alzó la persiana de su negocio, un aparcamiento para autocaravanas. Evidentemente, no podía ni imaginar que a la vuelta de la esquina aguardaba una pandemia mundial. Gracias a que la mitad del parking lo ocupan vehículos con un contrato anual y a un verano activo, «no hemos tenido pérdidas de momento», pero eso sí, «tampoco ganancias». De esta forma, hasta este mes «no he tenido que poner de mi bolsillo, pero a partir de ahora sí». Aparte de esos clientes fijos, que son los que ayudan a sobrellevar el negocio, los últimos meses han supuesto no solo un «parón», sino más bien un »bajón» de la actividad. Además de que viaja menos gente, los hay que tenían la autocaravana guardada en el parking y, como no pueden venir, se la han vuelto a llevar a su lugar de origen.