Impacientes por el ATC

J. López
-

Las dudas e intranquilidad se ciernen entre los vecinos, aunque la mayoría cree que «se hará» • La ampliación de la ZEPA de la laguna de El Hito supondría el final del silo nuclear

Cuando un gélido 30 de diciembre de 2011 el Consejo de Ministros anunció la designación de Villar de Cañas para acoger el Almacén Temporal Centralizado (ATC), muchos de sus vecinos se encontraban impacientes en el único bar del pueblo. La noticia, que fue recibida como si la Lotería de Navidad hubiese descargado una lluvia de millones, suponía no sólo poner en el mapa a esta pequeña localidad de apenas 400 vecinos censados, de los que 270 viven habitualmente, sino asegurar el futuro y la supervivencia de una comarca profundamente castigada por la despoblación. 
Casi cuatro años después del esperado anuncio, tras los numerosos sondeos y estudios del terreno, los  kilómetros de carreteras construidas o en proceso y la finalización de las obras del edificio del Vivero de Empresas, las dudas se ciernen sobre los vecinos de la localidad, aunque en líneas generales todos están convencidos de que el ATC «finalmente se realizará». Por el momento, el trabajo ha permitido que las familias jóvenes sigan empadronadas y el colegio se mantenga abierto.
Varios vecinos ya se han inscrito o han participado de la nueva asociación, la Plataforma contra la ZEPA de El Hito, que se ha creado con motivo de la ampliación en 25.000 hectáreas de la ZEPA de la laguna de dicho nombre, a 12 kilómetros del ATC. De aprobarse la solicitud del Gobierno regional, supondría el final del proyecto del silo nuclear y conllevaría una serie de normas aplicables a los terrenos. Ya lo avanzó Pilar Martínez, portavoz de la plataforma, durante la presentación de la misma el pasado jueves. «Cualquier iniciativa que se hiciese requeriría de la declaración de impacto medio ambiental» y el coste de cualquier actividad empresarial «se elevaría». Para el alcalde, José María Saiz, la declaración supondría «la muerte» de Villar de Cañas.
 
Trabajo después del paro. Buena parte de los vecinos, la mayoría de los residentes tienen una media de edad de 50 años, acuden al Centro de Día para interesarse por la recién creada plataforma. Es el caso de Luis quien asegura que la decisión de la Junta «son trabas que se están poniendo para que el ATC no se lleve a cabo». Este vecino, después de varios meses en el paro, ha logrado un contrato de vigilante en el nuevo Vivero de Empresas: «Tengo trabajo gracias al ATC, después de estar casi dos años parado».  No obstante, subraya que la incertidumbre entre los vecinos «es muy grande» y espera que el proyecto «siga adelante por el bien de todos». 
Otro de los vecinos, empresario de la construcción y vicepresidente de la asociación de cazadores,  muestra su preocupación por cómo afectaría una posible declaración de la ZEPA. «No nos han dicho que podría pasar con la caza», dice Fernando, que afirma que «no existen» grullas por la zona. «Sí es cierto que llegado su periodo de migración paran en las lagunas de El Hito, y rara vez, de no ser que esté una enferma, pasan por aquí». En cuanto al trabajo, asegura que las obras del Vivero de Empresas «también me han beneficiado». 
No sólo eso, por lo menos contabiliza unas 12  personas de la localidad que trabajan permanentemente para Enresa, en diferentes funciones, pero a ello hay que añadir los cerca de 50 empleos indirectos que genera. El cazador cree que el asunto «es político, pero esto habrá que ponerlo en algún lado. Si no es aquí será en otro sitio».
Antonio Belda es un empresario que desde hace 30 años regenta un bar en la localidad. La crisis le hizo plantearse cerrarlo, pero afirma que en los últimos años ha notado un repunte. «Metí otro trabajador, pero si la cosa sigue así, con este incordio, me lo plantearé otra vez». Dice que antes de conocerse la noticia del ATC «hacía unos 30 euros de caja, pero desde entonces puedo llegar a los 150 o 200 euros. No es todo limpio, pero se nota». Aún así, y con los impedimentos, cree que «al final se terminará por hacer».
 
Tema de conversación. Esther ha conseguido un empleo de camarera en uno de los restaurantes que abrió hace un año. «Estaba en paro y a raíz del ATC me vine a ayudarles a dar comidas». La camarera dice que el tema de conversación «siempre es el mismo, pero en líneas generales quieren que se haga el ATC. Piensan que es un beneficio para la comarca y están convencidos que al final se va a hacer».
Mientras se van sucediendo las noticias, los vecinos se siguen agolpando frente al televisor de los bares  para oír las últimas crónicas. Intranquilos y conscientes de que su municipio es noticia, día sí día también, esperan que finalmente puedan ver construido el silo nuclear. Un hombre mayor que hojea un diario de tirada nacional se detiene en una noticia . Toma un sorbo largo de café y, tras resoplar, vaticina que si el ATC no se construye finalmente «será la ruina para todos nuestros jóvenes».
 
Un negocio a la sombra. El Hostal ‘Un Rincón de La Mancha’ abrió sus puertas hace apenas un año. Una familia de Madrid, en paro, aprovechó una casa que tenían en el pueblo para abrir el negocio, tras invertir una buena suma de dinero y habilitar nueve habitaciones con sus respectivos baños. «La cosa parecía que marchaba bien, pero ahora esto se para porque el señor Page da prioridad a los animales antes que a las personas», dice la propietaria, Amparo Cerdán. 
En la actualidad, los trabajadores del ATC se hospedan y comen en este coqueto y familiar hostal cada semana, pero Cerdán teme que las obras vayan parándose y la inquietud aumente. «Es nuestra esperanza. Si esto se llega a hacer habrá trabajo y muchos jóvenes que se han marchado volverán», indica.
La hostelera cree que si el Almacén Temporal Centralizado  no se hiciera «el pueblo desaparecería en dos generaciones. Los jóvenes se van porque no hay nada que ofrecer».
Además, Cerdán asegura que «indudablemente tendrá que construirse. Esto supondría» –prosigue– «un disparate para el futuro, porque no sólo nos interesa a la gente del pueblo sino a todos los españoles».