Las tradiciones del 'Día de los Difuntos' en la provincia

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La Hermandad de Ánimas continúa en poblaciones como Fuentelespino de Moya

Las tradiciones del ‘Día de los Difuntos’ en la provincia - Foto: Picasa 2.0

E n estos días de otoño, en el que los vivos recordamos a los fallecidos en el ‘Día de los Difuntos’, las tradiciones de los conquenses han ido dando paso a otras no tan autóctonas. Hoy los ciudadanos se  disfrazan y caracterizan de personajes de películas de terror, ideadas en el mismo lugar donde nació una tradición, con calabaza eso sí, que se ha exportado a medio mundo.
Sin embargo, varios pueblos de la geografía conquense siguen conservando sus ritos, venerando en silencio a sus muertos y conservando lo propio, con la intención de no perder algo tan arraigado en la costumbre. Es el caso de la Cofradía de Ánimas de Fuentelespino de Moya. Aunque no hay constancia documental de su fundación se presupone antiquísima.
Las cofradías surgieron en el siglo XVI al amparo del Concilio de Trento. En el caso de la creada en Fuentelespino de Moya, la hermandad debía enviar sus estatutos y ordenanzas al obispo de la Diócesis de Cuenca, que por aquel entonces era Gómez Zapata. De ello hay documentación, pues el canónigo y escritor conquense Trifón Muñoz Soliva, en su ‘Episcopologio’, relata la visita del obispo a la villa  en 1583 y el responso cantado delante del monumento de la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio, que estaba dedicado al misterio de la muerte y la resurrección del Juicio Final.  
La Cofradía de las Ánimas del Purgatorio estaba formada únicamente por hombres. El fin de la hermandad era recaudar limosnas para gastos de cera, misas de difuntos, novena por el eterno descanso de todos los difuntos de la población, gastos de enterramiento de algunos cofrades y los declarados pobres de solemnidad. Alrededor de 1940, siete familias decidieron retomar la tradición para iniciar la actividad. Los días 27 y 28 de diciembre se recorría las calles de la población, solicitando de puerta en puerta la limosna a sus vecinos.
En la década de los 70, la fiesta de los Santos Inocentes se deja de celebrar. La luz del altar de las Ánima del Purgatorio en la Iglesia Parroquial siguió encendida y también se continúo celebrando, en el Día de Todos los Santos, la novena,  una tradición arraigada en muchos pueblos de la provincia, caso de Salvacañete. El párroco  enviaba a los monaguillos a pedir limosna para los difuntos y el dinero recaudado se le daba para que éste diera las correspondientes nueve misas. 
Otras costumbres recogían que durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre no debía salirse a la calle, por temor de encontrarse a las almas del purgatorio. No se debía cazar o matar animales el día 2 de noviembre y se echaba sal a la lumbre, cuando esta chisporroteaba, porque se creía que así aplacaba el sufrimiento de los difuntos. Las campanas de las iglesias repicaban en esos días, para alejar el peligro.
En la Alcarria, en  Gascueña, se realizaba la 'Cacería de ánimas', o la llamada 'animilla' en Cañaveruelas o la subasta de Villanueva de Guadamejud. Todas ellas iban encaminadas a recaudar fondos para emplearlos en los sufragios por las almas del purgatorio.