En la vida se puede llegar muy lejos de muchas maneras. Pero unas gustan más que otras. Cada uno, dependiendo de sus circunstancias, hace y deshace para hacer su propio camino. A Roca Rey nadie le discute que, con su particular concepto del toreo, se ha convertido en la máxima figura de esta maravilla sensitiva llamada Tauromaquia. Arrastra masas, gusta al gran público y casi siempre triunfa. Bien por él, oye, recursos no le faltan y ha sabido labrarse ese camino. Así, fue el triunfador numérico de una tarde en la que el triunfador moral fue Talavante. Éste, lejos de efectismos y tremendismos, pinchó una de las mejores faenas que ha visto esta plaza en años. Tal cual. Verdad, pureza y naturalidad. Lo repito: una de las mejores faenas que ha visto esta plaza en años. Y yo, qué quieren que les diga, me voy a quedar con eso. Vamos poquito a poco, que hoy hay tela que cortar...
La embestida de Diablillo en el percal de José María Manzanares no fue del todo franca. Abanto de salida, generó cierto desconcierto en banderillas merced a una lidia inexistente. El alicantino cambió terrenos en un par de ocasiones para intentar frenar la huidiza condición del blando animal de Zacarías Moreno. Lo que el aficionado pudo llevarse a la boca fue gracias al diestro, que tiró de su oponente a base de técnica, clase y composición en la figura, pero con ese sello tan propio de despegue y abuso de las ventajas. Circulares con la diestra aprovechando la inercia del animal y todo lineal y para afuera al natural en un parlamento de menos a más y en el que acabó entrando la parroquia que pidió con cariño la oreja.
Al vareado Malillo de Daniel Ruiz que hizo cuarto le fue ganando terreno con el percal en un saludo convincente, antes de que el toro albaceteño empezara a tragarse la pañosa alicantina sin pena ni gloria. O, mejor dicho, con más pena que gloria. Manzanares se vio obligado a andar con un animal que adoleció de casta y calidad, y así todo fue a media altura, sin poder exigir y con protestas de por medio. Deslavazado e insípido. El torero de dinastía se justificó por ambos pitones de uno en uno en un trasteo inútilmente largo para no terminar de conectar arriba.
El saludo capotero de Alejandro Talavante a su primero, Alegre, fue de cualquier forma… Vistosos delantales y una media a cámara lenta. La lidia en banderillas fue una verbena y los pares se pusieron de aquella manera. Torerísimos detalles por abajo para conducir al animal al centro del anillo, donde el extremeño cobró lo más caro en el toreo fundamental por ambos pitones. Pasajes de corte clásico, puros y repletos de verdad con la planta erguida, y temple y pulso en la muñeca. Hondura y profundidad. Eso es torear. ¿Lo malo? Que lo hizo ante la nada, pues el descastado de Zacarías no pudo ser más soso ni decir menos. Demasiada paciencia tuvo con él 'el Tala'.
Limpiador se hizo de rogar para salir al ruedo porque a la muerte del cuarto hubo que trasladar a un señor que había sufrido un mareo. Solventado el contratiempo, Talavante saludó a su contrincante con dos faroles y media docena de notables verónicas a las que el toro respondió sin entregarse. Fue un espejismo. Lo mejor estaba por venir. Ambel destacó con los palos y Álvaro Montes en la lidia. Talavante, que brindó al público, echó las dos rodillas a tierra para iniciar con cambiados por la espalda y un pase de pecho mirando al tendido que presagiaba la obra maestra que estaba a punto de suceder. Qué manera de torear al natural, soberbio, sin parangón. Templadísimo, natural, puro… Faena de nota altísima por honda y sentida, parando los tiempos y los corazones. Verdad torera. Muletazos mirando al tendido y aguantando parones al filo del precipicio. Verticalidad en la figura, rectitud en la colocación y poso en todo lo dispuesto. El mejor Talavante en mucho tiempo. Extracorpóreo, metafísico… El único borrón de esta obra de autor fue el mal empleo del acero, que le privó de tocar pelo por partida doble en una labor que, de sobra, lo mereció. Aguantó bien el palco, no como en otras ocasiones...
El Complejo tercero hizo jirones la capa de Roca Rey, que como acostumbra agilizó los primeros tercios para llegar con todo a la muleta. En el segundo doblón del peruano, el toro hundió los pitones en la arena y dio una voltereta que pareció no acusar. El de Zacarías, con fijeza, prontitud y repetición, acudió con brío a la muleta que le presentó un Roca que tiró líneas en la alternancia de ambos flancos. Por uno y por otro, a lo dispuesto le faltó un kilo de profundidad y otro tanto y medio de calidad. Monótono y lineal, el cóndor solo atacó de verdad al suavón toro en las postrimerías. Y ni por esas… La sensación reinante es que el Rey no terminó de gobernar la entrega bondadosa de su oponente, que ofreció más de lo que realmente se vio.
La variedad de Roca Rey con el capote se manifestó en un precioso remate por abajo con una mano al Rebujino que apenas recibió castigo en el peto. Tres cuartos de lo mismo en el quite, alternando gaoneras, tafalleras y una media. Brindó al público una faena que arrancó en la segunda raya del «7» con ayudados por alto. En el centro del platillo, administró los tiempos justos y las distancias para llevar la acometividad del buen pupilo de Daniel Ruiz, que acudía a todo lo que se le pedía. El parlamento del limeño, que apuntó mucho de inicio, fue apagándose en tanto y cuanto no terminó de encontrar la comunión con un animal que ofreció más de lo que realmente se vio. Por eso, a falta de toreo fundamental, Roca tiró por la vía del tremendismo, acortó distancias y arrancó las dos orejas con un arrimón insustancial. La evidencia más clara y palpable de que toreando no, pero de otra manera sí. Es lícito, en la vida hay que tener recursos para todo.
- Plaza de toros de Cuenca. Cuarta de la Feria de San Julián. Más de tres cuartos de entrada en tarde soleada y calurosa. Se lidiaron tres toros de Zacarías Moreno (1º, 2º y 3º) y otros tres de Daniel Ruiz (4º, 5º y 6º), justos de presentación. Se dejó y fue a más el aquerenciado 1º; apenas dijo nada el soso y descastado 2º; se dejó por ambos pitones el suavón 3º; descastado y soso el terciado 4º; se dejó con calidad el 5º; muy bueno en la muleta el 6º, con calidad.
- José María Manzanares, de azul marino y oro: oreja y ovación con saludos.
- Alejandro Talavante, de lila y oro: ovación con saludos y oreja con fuerte petición de la segunda.
- Roca Rey, de grana y oro: oreja y dos orejas.
- Javier Ambel saludó una ovación tras banderillear al quinto de la tarde, al igual que Antonio Manuel Punta en el sexto.