El 28 de abril vivimos una situación que puso a prueba a toda la población. Debido al histórico corte de suministro eléctrico, estuvimos desconectados durante largas horas en las que casi nada funcionaba; solo se salvaron la radio, los hospitales y los servicios de emergencia. Aunque se trata de sucesos excepcionales, con cierta frecuencia nos enfrentamos a momentos de incertidumbre que examinan nuestra paciencia y estabilidad.
Por ello, este artículo se propone profundizar, desde la psicología, en las claves que explican nuestro comportamiento en estas situaciones tan perturbadoras. En primer lugar, surge una pregunta obligada: ¿existe una forma común de reaccionar ante una emergencia?
La respuesta es no, ya que cada persona lo hace a su manera, en función de su casuística, su forma de ser, las circunstancias que está viviendo y el histórico que tiene, es decir, si ha tenido que afrontar otras circunstancias similares.
Ante una situación imprevista y perturbardora se activa el SNA (Sistema Nervioso Autónomo) y, dentro de este, el simpático, nuestra señal de alerta, que nos intenta preparar para afrontar ese momento extraordinario. El problema llega cuando esa tesitura se prolonga mucho más allá de unos segundos o minutos, ya que entonces, el desgaste es enorme, pues mientras está activado el sistema nervioso simpático, sin darnos cuenta, hemos puesto en marcha todo el mecanismo de huida: hiperventilación, corazón acelerado, tensión muscular…
Si pasamos mucho tiempo con ese sistema activado, nuestra mente tiene que seleccionar a qué le damos prioridad, y eso conlleva que, con frecuencia, nuestras funciones más intelectuales se resientan: capacidad de atención, concentración, agilidad o rapidez mental.
Si bien es cierto que cada persona reacciona de una manera, cabe afirmar que, en general, la sociedad como tal respondió muy bien en el caso del apagón y, de hecho, no hubo apenas casos de vandalismo o pillaje. También es cierto que, a pesar de que fueron muchas horas, la mayor parte se concentraron en horario diurno, y no se llegó a situaciones extremas ya que los servicios esenciales funcionaron con restricciones, pero se mantuvieron.
En estas circunstancias, ¿qué se debe hacer para que la gente reaccione desde la racionalidad y no desde el miedo? La palabra clave es comunicación, así como información rápida, veraz y continuada.
Ante situaciones de emergencia o incertidumbre, lo importante es facilitar información a las personas, ya que eso nos permite canalizar nuestros esfuerzos y energías hacia lo que debemos hacer. Por ello, incluso cuando no se saben las causas, es preciso informar para evitar la propagación de rumores, que alimentan miedos y reacciones extremas. Nunca debemos fomentar la desinformación, porque ahí, lejos de la mejor forma de reaccionar, mucha gente generará conductas irracionales, insolidarias, y se fomentarán los miedos y el pánico.
En situaciones de emergencia, imprevistos o accidentes, la información será crucial a la hora de prevenir las conductas inapropiadas. Esta ha de ser veraz, rápida y continuada para que las personas respondan desde la racionalidad y no desde el miedo o la ansiedad.