El deporte no solo es competición o medallas. Es también terapia, refugio, camino de resiliencia. En medio de un mundo que se paralizaba por la pandemia en 2020, Adrián González, un joven de Tarancón, encontró en la natación no solo una vía de escape, sino el impulso para levantarse ante un diagnóstico que le cambiaría la vida para siempre, como fue la enfermedad de Stargardt. Esta patología, considerada rara, afecta la mácula, esa pequeña zona de la retina encargada de la visión central, y le ha dejado con tan solo un 7% de agudeza visual. Pero si algo ha demostrado el joven Adrián es que la visión más importante es la que se tiene dentro.
«Yo no sabía qué me pasaba, veía menos, pero como estábamos confinados, no notaba tanto el cambio, hasta que un día, al salir a la calle, todo me resultaba borroso, y empezó una etapa de pruebas, incertidumbre y miedo, pero también de lucha». Con solo 12 años, enfrentó meses de pruebas médicas en plena pandemia, hasta que el diagnóstico fue esclarecedor. Desde entonces, cada seis meses acude a revisiones para comprobar que su visión se mantiene estable. Pero nada le detuvo. Al contrario, lo empujó con más fuerza a sumergirse en su pasión por el agua.
Adrián comenzó a nadar a los diez años y ya desde pequeño mostró una conexión especial con la piscina. Hoy, con 17, forma parte del equipo nacional paralímpico de promesas y es doble campeón de España en estilo libre y espalda (2023 y 2024), además de subcampeón en 2025. A finales de julio viajará a Estambul como el único representante español con discapacidad visual en los European Para Youth Games, una hazaña que lleva con humildad, pero con orgullo. «Voy a representar a España, y es algo que me emociona. Me siento afortunado, y por eso iré con la bandera de Tarancón en la maleta».
Su rutina está marcada por la disciplina. Entrena ocho horas diarias, repartidas entre piscina y gimnasio, tanto en su localidad, como en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Aun así, no descuida su formación académica. Este año cursará segundo de Bachillerato, con la vista puesta en un doble grado en Cafyd y Fisioterapia. «Sé que va a ser duro, pero también sé que puedo hacerlo y lo lograré», comenta.
La enfermedad le exige herramientas especiales, como ordenadores con pantallas grandes, programas adaptados, bastón... Todo ello gracias a su afiliación a la ONCE. «Sin ellos sería muy difícil, porque el material es caro, pero ellos te dan el soporte, y también me ayudan en lo emocional». La madurez con la que habla sorprende para alguien de su edad. Adrián ha aprendido a ver con el corazón y a proyectarse sin límites. «Mi sueño es competir en los Juegos Paralímpicos, y Los Ángeles 2028 es posible, pero Melbourne 2032 es el objetivo, y estoy seguro de que voy a darlo todo para estar allí».
Con una medalla de bronce al mérito deportivo otorgada por la Junta, y una actitud imparable, Adrián González representa a la perfección los valores del deporte: esfuerzo, superación, sacrificio y pasión. No se ha permitido detenerse, ni por la enfermedad, ni por la presión, ni por los obstáculos del día a día. «A veces pierdes cosas, como salidas o fiestas, pero a cambio te llevas algo que no todos pueden, que es cumplir un sueño. Elegí el deporte, y volvería a elegirlo». Por ello, Adrián no solo nada contracorriente, la está venciendo.