El pulmón en Toledo de un árbol místico

J. Moreno
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Un aficionado ha geolocalizado en el valle del Gévalo, en Robledo del Mazo, después de décadas de rastreo, 55 ejemplares de tejo, una especie longevísima, majestuosa y mágica

Majestuoso tejo, en un paraje del Valle del Gévalo

Eduardo olfatea el valle del Gévalo, pegado como una calcomanía al alma de este abogado de 60 años. Eduardo palpa cada metro cuadrado del término municipal de Robledo del Mazo, el escondido rincón de la comarca toledana de la Jara. Eduardo saborea cada descubrimiento de un paraje que frecuenta desde hace más de 30 años; aun así, incorpora todavía descubrimientos que alimentan su fascinación por la población de cabecera y sus cuatro pedanías. El último deslumbramiento sucedió hace sólo tres meses: «Edu, ¿conoces este tejo?».

La descripción científica del tejo marea a cualquiera. Que si perennifolio, que si dioico, que si gimnosperma atípica. Pero para Eduardo su presencia es una acumulación de emociones. «Es impresionante», revive como si renaciera la fascinación primera. Tan impresionante, que este talaverano traza las coordenadas de cada ejemplar encontrado en el valle del Gévalo. Desde hace muchos años. Había fatigado tanto los caminos y los barrancos del paraje, que cerró en 2023 esta espléndida cuenta. Pero al menos faltaba otro: el localizado hace tres meses. El recuento alcanza los 55.

Eduardo, como siempre, ha comunicado a los técnicos medioambientales de la Junta la geolocalización de este tejo, una especie longevísima, cuyos ejemplares pueden resistir el milenio. Este rastreador apela constantemente a la prudencia y rebaja a «varias veces centenarios» los matriculados en el Gévalo. No obstante, la Junta ha reconocido ya a uno de los enraizados como un adulto de al menos 750 años. Casi nada.

Un tejo joven, en el término de Robledo del MazoUn tejo joven, en el término de Robledo del MazoEl tejo precisa de humedad y umbría para su supervivencia. La encuentra en la provincia de Toledo en el valle del Gévalo, y en el paraje de El Rocigalgo (Navalucillos), y en el entorno de Corral de Cantos (Navahermosa-Hontanar). Esta especie se extiende en una mancha corta por la Península Ibérica, mayoritariamente en el tercio norte de España.

«El tejo se encuentra en franca regresión. Los pequeños bosquetes y manchas que forma esta especie son cada vez menores y están cada vez más aislados. En algunas zonas donde existió una tejeda, sólo queda un nombre local, un topónimo, que atestigua que allí crecieron los tejos», explica un artículo difundido por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. El Gobierno de España menciona la especie como parte del Parque Nacional de Cabañeros: «a excepción del arilo (cobertura carnosa de la semilla), todos los demás elementos del tejo son venenosos, con consecuencias mortales. Aparte de los usos medicinales como abortivo y emenagogo (remedio para estimular la menstruación), ya en desuso por el grave peligro de envenenamiento, el tejo se utilizó mucho para construir arcos y ballestas, por la flexibilidad de sus ramas. Como planta ornamental, tiene una gran importancia en jardinería, por la belleza de la especie y sus variedades, así como por su aptitud para el recorte y tallado».

El recuento de Eduardo incluye tejos jóvenes y mayores. Muchos más que los que un senderista observa en los itinerarios más conocidos para observar esta maravillosa especie del valle del Gévalo. Apenas aprecian 15 o 20. Del resto el rastreador de Robledo del Mazo se guarda el secreto de su paradero. «El principal peligro sería el exceso de visitas», sugiere.

Un ejemplar de siglos, en el paraje jareñoUn ejemplar de siglos, en el paraje jareñoLas poblaciones son relictas, un término que en biología bautiza a especies que abundaban en un área, pero cuyos ejemplares han quedado muy diezmados. 

Eduardo ha cerrado de nuevo la carpeta, pero ansía el descubrimiento del siguiente tejo en el Gévalo, esa poesía rítmica, vigorosa y transcendente de la naturaleza.