Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Un gobierno atado

15/01/2024

Lo visto en el pleno del Congreso (celebrado, por cierto, en el Senado), el pasado miércoles 10 de enero, no hace más que evidenciar lo que venimos anunciando (mientras nos dejen), o sea, que estamos condenados a deambular unos años por un auténtico valle de lágrimas con esta banda, orquestada por Puigdemont  desde  Waterloo (por el momento), de extorsionadores y chantajistas, que han hecho de la política un modo perverso de venganza y escarnio que, de no poner remedio urgente, pudiera muy bien llevarnos a un estado de frustración y asqueo generalizado.
Un ejercicio de cinismo y de desfachatez como el puesto de manifiesto por Junts, personificado en la figura de su portavoz, Miriam Nogueras que, a juzgar por su rostro hilarante, está viviendo momentos de auténtica sardana que jamás soñó, sólo tiene parangón con los máximos representantes de la cúpula del Ejecutivo, empezando por Sánchez, sacando pecho por haber sacado in extremis el llamado decreto ómnibus y el plan anticrisis, cuando la realidad era bien distinta, porque, una vez más, este maestro negociador de los 'Tres Ministerios', que es Bolaños, había tenido que pagar (es un decir, porque quienes pagaremos, llegado el momento, somos nosotros) lo que no está en los escritos.
Una vez más el chantaje ha funcionado a la perfección, y, de no ser porque el grupo abiertamente independentista pregona, con absoluto descaro, la cuantía del botín percibido, ni nos enteraríamos, porque lo que caracteriza a nuestros actuales mandatarios es su modo artero de obrar, callando descaradamente o mintiendo de una manera inaudita. Es evidente que, para nuestro presidente de Gobierno, el ciudadano es un ente susceptible de votarlo y obligado a callar, un niño al que con cuatro palabras finas convence y somete. En el paquete que tan gentilmente ha hecho entrega a un Puigdemont que no cabe de gozo, se incluyen las competencias en materia de inmigración (cosa aberrante por cuanto que, como es sabido, la derecha independentista catalana es declaradamente xenófoba; mas qué puede importar la suerte de los inmigrantes comparado con el aroma de la Moncloa). Junto a esa primera concesión, el nuevo pacto incluye la supresión del artículo 43 bis de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al que los independentistas se vienen oponiendo por entender que amenaza la viabilidad de la futura ley de amnistía. Mas no queda ahí el 'rosario de su madre': en su desvarío, Sánchez se compromete a hacer que las 8000 empresas que volaron de Cataluña atemorizadas de ver lo que les venía encima, vuelvan al nido patrio para que el Pujol de turno las exprima a su antojo. Y, asimismo, y que sepamos, el acuerdo recoge rebajar al cero por ciento el IVA del aceite; seis milloncejos de euros para la digitalización de la administración de justicia, y lo que me parece el colmo de la villanía y la insolidaridad: que el Estado asuma la totalidad del coste del descuento en el transporte público, y que se reconozcan «los derechos públicos de Cataluña en materia de régimen local».
A ver quién da más por menos. La generosidad de Sánchez es tal, que, ya no sólo hace que ese grupo pretoriano brinque de gozo en vísperas de las elecciones catalanas, sino que empiecen a surgir aquí y allá jirones de envidia, no sólo en Esquerra, sino también en los vascos. Eso tiene el hecho de abrir con tanta largueza la Caja de Caudales.
Los hay que, ante las dimensiones y el volumen del desaguisado, y no digamos de la manipulación asquerosa de las noticias por parte de los medios adictos, optan por mantener un silencio cómplice, o por hablar de poesía o de cualquier otra insensatez, pero, en momentos clave, la literatura y el periodismo se comprometen, que decía Camus, o pronto acabaremos en un mar de lágrimas.