Siempre en alerta

Manu Reina
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Josefa Buendía y Aitor Real llevan una vida «normal», aunque tienen que controlar la alimentación e inocularse insulina para controlar los niveles de azúcar en la sangre

Siempre en alerta - Foto: Manu Reina

Es muy importante saber qué comer, cuándo hacerlo y estar siempre en alerta. Ese es el protocolo de actuación que llevan a cabo Josefa Buendía y Aitor Real cada día, tal y como hace el resto de personas que padece diabetes. Es una enfermedad que afecta con diagnóstico a una parte de la población, pero, curiosamente, otra parte la desconoce en muchos momentos de su vida, porque se trata de una epidemia silenciosa. De ahí la insistencia de los facultativos en hacerse análisis para así tratar cuanto antes este problema de carencia de insulina en el organismo.

Josefa Buendía lleva media vida controlando el nivel de azúcar en su sangre porque cuando tenía 30 años debutó –momento en el que se diagnóstica– como diabética. «Me cambió la vida porque no sabía comer bien o llevar una dieta equilibrada, por lo que tuve que aprender a alimentarme bien». Uno de esos cambios se tradujo en «tener que comer al menos cinco veces al día», como recomiendan los expertos. Josefa lleva en estos momentos una bomba de insulina, que es un dispositivo que le avisa de cualquier variación que pueda surgir en su organismo en cuanto a niveles de azúcar. Este aparato le inocula también insulina periódicamente. «Es muy cómodo llevarlo y son ya diez años que lo tengo», explica. Pero antes de usar esta sofisticada bomba tuvo que recurrir al sistema más habitual, que es mediante el conocido bolígrafo, para inocularse esta hormona que su páncreas no es capaz de producir. Es decir, ella es diabetica de tipo 1. 

Esta mujer no tenía muy claro qué le pasaba, pero nunca olvidará un fin de semana donde «no era capaz de saciar toda el hambre que tenía, comía mucho y en apenas unas horas volvía a tener hambre». «Me bebía muchos litros de agua y orinaba mucho». Teniendo en cuenta esta situación decidió acudir al médico y rápidamente fue derivada a hacerse los pertinentes análisis, que dieron finalmente con la respuesta. Desde ese momento y hasta la fecha, a sus 60 años de edad, controla «cada día el nivel de azúcar que tengo en la sangre». Josefa agradece los avances que se han conseguido para hacer frente a esta enfermedad y reivindica, además , que «es muy importante saber alimentarse». 

Por su parte, Aitor Real padece diabetes de de forma prematura. No lo recuerda porque tan solo tenía dos años. «No conozco otro estilo de vida porque siempre he sido diabético». En este caso, este joven lleva un parche pegado siempre en el brazo y cuando pasa el teléfono móvil por el mismo obtiene el resultado de la cantidad de glucosa que tiene. Dependiendo de la cantidad decide inocularse insulina con el bolígrafo, aunque como mínimo, «lo hago cinco veces al día, casi siempre antes de comer». No obstante, el ser diabético «nunca me ha impedido hacer nada». De hecho, este joven hace deporte, con el único requisito de estar siempre en alerta por si tiene que parar para «beberme un zumo o ingerir algún alimento». 

Sí que lamenta que tuviera problemas para escolarizarse, pero gracias al ímpetu de su madre pudo acceder al colegio, ya que en un primer momento «me excluyeron por ser diabético e incluso mi madre tuvo que cuidarme durante los primeros años viniendo al colegio cada dos horas». 

En la actualidad, tanto Josefa como Aitor viven una vida «totalmente normal» porque se «termina asimilando que tienes diabetes y te acostumbras». Eso sí, tanto uno como otro reivindican y pidan que se elaboren «protocolos de actuación tanto en colegios como en hospitales para así atender correctamente a cualquier diabético».

Sin asociación. La Asociación de Diabéticos de Cuenca cesó su actividad hace ya cinco años tras la ausencia de «relevo generacional para encabezar la junta directiva de la asociación», tal y como explica la expresidenta de la misma, Carol Pérez, que se mantuvo al frente durante más de una década y media. La que fuera presidenta incide que «había pasado ya nuestra etapa y era necesario que llegase gente nueva, pero nunca nadie dio el paso para asumir las riendas». No obstante, Carol sigue «echando una mano a todos los padres que me piden ayuda», pero su «época y turno en la asociación se acabó». Es una decisión que entristece a Carol porque una asociación «es muy necesaria para informar tanto a diabéticos como a familiares, llevar a cabo charlas, conferencias, actividades y encuentros, además de dar a conocer los nuevos avances que se consiguen para tratar la diabetes, entre muchas otras funciones».