Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


El gremio de la tiza y ‘El Principito’

08/09/2022

Seguramente cuando esté leyendo estas líneas, se habrá dado cuenta del cambio que ha experimentado la fisonomía de la mañana conquense. No se ven ya a hijos y padres disfrutando juntos de las mañanas estivales. En su lugar, y a horas concretas, las calles se envuelven del aroma a libro nuevo, de las risas infantiles. Pero no nos engañemos. Los mayores, ejerciendo de adultos, refunfuñaron por tener que incorporarse a la rutina escolar. Los más pequeñines, nerviosos, de la mano de abuelos y padres, se acercaron a sus aulas y patios con el deseo del rencuentro. Y allí estaban ellos. Maestros y maestras que esperaban con el ánimo dispuesto a que este curso que hoy se inicia sea lo más provechoso, ameno y atractivo posible para sus alumnos. Atrás han dejado también su mochila llena de preocupaciones, de problemas...para entregarse en cuerpo y alma a ejercer el noble oficio del Magisterio, a pesar de las múltiples piedras que en forma de leyes y reformas les ponen todos los gobiernos que han estado, están y, me temo, estarán. Forman a nuestros hijos, les dan abrazos sanadores, arreglan las diferencias ocasionadas en el patio, les abren puertas y ventanas a un mundo tan maravilloso como hostil ayudándoles a cruzarlas mientras que les enseñan a dominar el lógico miedo ante lo desconocido, soportan con dulce paciencia los desencuentros con los alumnos (ya se pueden imaginar lo largas que son las mañanas encerrados con dos docenas de adolescentes y pre-adolescentes) y todo esto mientras que la administración les aumenta la carga burocrática de una manera exponencial.
Hoy, ocho de septiembre, fecha del comienzo del curso escolar, deberíamos volver nuestros ojos con gratitud hacia el gremio de la tiza. Hombres y mujeres que asumen sobre sus hombros la ingrata responsabilidad de sentar las bases de una sociedad mejor mientras que se ven entre la espada y la pared en forma de padres y administración. Ciudadanos cuyo trabajo es siempre puesto en tela de juicio ya que todos hemos realizado un máster en educación nórdica (que siempre es mejor, of course). Y mientras esto ocurre tienen que diseñar un espacio en el que el alumno que sufre la traumática separación de sus padres pueda centrarse en su futuro, olvidando por unas horas la dura realidad doméstica. Es cierto que también cometen errores, como usted y como yo, pero también lo es que solo dignificando esta bella profesión podremos tener una sociedad mejor. 
Todo esto lo hacen sin conocer la inmediatez del éxito. Como podemos leer en El Principito «lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte» y ahí andan ellos, buscando en el árido desierto de la educación el pozo del conocimiento, de la comprensión, de la cultura del esfuerzo para compartirlo con sus pupilos.
Vaya hoy para ellos mi más profundo agradecimiento. No desfallezcáis en vuestra tarea porque, como decía Antoine de Saint-Exupery, «las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre despertarse». Y ya sabemos cuántas semillas habéis ayudado a despertar.
 

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