Miguel Romero

Miguel Romero


Aguirre recordó a la escritora Soco Cordente

07/02/2024

Fue un momento emotivo, lleno de intensidad y proclive a la lírica, esa palabra que suele resumir los encantos de quienes son capaces de aunar música, palabra y voz. La jovencísima Soco Cordente, escritora transgresora, vital y comprometida con una sociedad que le era hostil en su pensamiento, sobrevolaba en espíritu el ambiente del Salón Juan José Brihuega en el Centro Cultural Aguirre. Nos dejó hace un tiempo, no mucho, porque decidió por su cuenta y riesgo, abandonar esta vida en la que había colocado un peldaño creativo de ascenso rápido. Fue una pérdida trágica, demasiado dramática para quienes tanto la queríamos, pero la vida nos ofrece estas páginas y para ello, dos mujeres, escritoras y soñadoras del espíritu libre, Ana Isabel Fernández y Raquel Carrascosa, quisieron hacerle un homenaje con mayúsculas, recitando, narrando y poetizando un ambiente de mucha gente que asistió para compartir y sentir el momento. Estuve a gusto, si cabe feliz, por formar parte de ese homenaje, por estar en la mesa y recrear mi mensaje hacia ella y hacia el mundo hipócrita que nos rodea.

Este salón de actos, el mismo que lleva acertadamente el nombre del catedrático de latín, gestor cultural y amigo incansable, ya fallecido, Juan José Gómez Brihuega, y dentro de un edificio emblemático que donase el filántropo Lucas Aguirre, fue el lugar ideal de este encuentro en el que muchos quisieran estar, colaborando como los miembros y coordinadores del Aula Poética (Carmen Orellana y Carlos Solano), así como compañeros de viaje, en teatro y cuento, Julián López Razola o Pilar Gómez Couso. Hubo tintineo entre el público porque había cariño y afecto entre el recuerdo hacia ella, en esas Notas Discordantes que marcaron un antes y un después. Su madre, su hermano Fernando, amigas, amigos, instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta, arroparon un bonito acto, donde la música de Miguel Ángel Moraga llenaba el ambiente dando ese punto de color con letras y música en sonido acorde. Hubo placas de reconocimiento, apoyo institucional, recuerdos a la familia y sobre todo, cariño, afecto, amor y sentimiento.

Un lujo del que pudimos disfrutar, un encuentro donde la vida tenía sentido mientras el sentimiento afloraba en todo el ambiente, un reencuentro con la cultura de Cuenca, siempre necesario, y un sinfín de credos latentes entre el público que sabe agradecer lo que está bien frente a la necedad, la hipocresía, la mentira y la envidia.