Un nido de chivatos

Pilar Cernuda
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Con un control menguante de todo lo relativo al 'caso Koldo', crece el temor en el Gobierno a que sus principales 'actores', Ábalos, Cerdán, García y Aldama, tiren de la manta en busca de beneficios judiciales

El empresario estaría dispuesto a hablar ‘más de la cuenta’. - Foto: Rodrigo Jiménez (EFE)

Hace algo más de tres años, la periodista Ketty Garat publicó en el periódico digital Voz Populi una información que provocó auténtica conmoción política: el ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, había protagonizado un episodio en un parador con una fiesta en la que había prostitutas, se consumieron  drogas y hubo importantes destrozos en la habitación. 

La reacción en la Moncloa y Ferraz fue desmentirlo categóricamente, poniendo en duda la profesionalidad de Garat hasta el punto de que algunos compañeros llegaron a cuestionar su trabajo. Tanto ella como su director, Álvaro Nieto, no solo no rectificaron sino que cuando fueron contratados por el digital The Objective, publicaron durante semanas informaciones relacionadas con el comportamiento personal de Ábalos, incompatible con lo que se espera de un político y alto cargo del Gobierno, con datos sobre corruptelas del que era considerado el hombre más poderoso del partido, mientras Sánchez se dedicaba fundamentalmente al Gobierno y a garantizarse su permanencia.

Los datos eran ya tan incuestionables y tan escandalosos que el presidente promovió la caída de su hasta entonces principal colaborador. Cesó a Ábalos como ministro y le presionó para que renunciara a la Secretaría de Organización, donde fue sustituido por su segundo: Santos Cerdán. Se le presionó, sin éxito, para que renunciara a su escaño y se integró en el Grupo Mixto del Congreso, aunque dijo que mantendría la posición que tomaran los socialistas en las votaciones.

Desde entonces, el exministro se convirtió en un personaje que aparecía a diario en prácticamente todos los medios de comunicación, con una docena de periodistas investigando sus presuntas fechorías. Provocaban tanto que escándalo que no tardaron en llegar las denuncias y la judicialización de su caso, lo que dio entrada a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. 

Los hechos son conocidos, el caso Ábalos se convirtió en una red con infinitas ramificaciones, a cual más escandalosa, que llevó a la imputación de la esposa y el hermano de Sánchez, y al procesamiento del Fiscal General del Estado cuando el Gobierno trató de desviar la atención centrándola en la pareja de la presidenta madrileña. Hoy, el caso Ábalos que se convirtió en caso Koldo, caso Cerdán, y otros sucesivos, ha provocado un choque brutal entre el Ejecutivo y el Judicial, con Moncloa faltando al respeto a la independencia de los jueces, y con la mirada de medios internacionales siguiendo de cerca lo que sucedía en España.

En situaciones límite, cuando en una trama presuntamente criminal unos pocos advierten que pueden ser chivos expiatorios, aparecen lo que familiarmente se llaman chivatos o mayordomos infieles, actores secundarios que compartían los secretos de los protagonistas.

No solo empiezan a facilitar datos para que los casos se conozcan en sus justos términos y cada cual asuma sus responsabilidades penales si las hubiera, sino que también intentan salvarse a través del método de la colaboración con la Justicia.

El primero fue un empresario absolutamente desconocido entonces, Víctor de Aldama, que fue condenado a prisión provisional junto a Koldo García, y que a los pocos días de su estancia en la cárcel se avino a confesar ante un juez todo lo que sabía. Que era mucho. Tanto que al principio no se le dio credibilidad porque parecía imposible que fuera tanta la desfachatez con la que altísimos cargos del partido formaban parte de una trama en la que se cobraban comisiones a cambio de concesión de obras a empresas y había trasiego de sobres con miles de euros en Ferraz.

Aldama explicó minuciosamente la trastienda del viaje de la venezolana Delcy Rodríguez a España, donde se vio en Barajas con Ábalos y con él mismo. Por qué y para qué. Contó sus encuentros con empresarios y dirigentes socialistas para acordar contratos de obra pública y las comisiones a cobrar. E incluso dio algún dato muy concreto sobre el papel que jugaba Zapatero con la trama de los petróleos de Venezuela.

Muchos nervios 

Los trabajos de la UCO, exhaustivos, complementaban los periodísticos, y la aparición de nuevos chivatos fue definitiva. En el registro que había hecho la UCO al domicilio de Koldo, al que Ábalos había pedido que le guardara una serie de efectos personales, los miembros de la Guardia Civil vieron un pen drive sobre una mesa que parecía colocado a propósito para ser visto. Lo cogieron para incorporarlo a posibles pruebas. Pasó lo mismo unas semanas más tarde cuando, una vez que publicó la prensa que el nuevo secretario de Organización  era el principal actor de la trama y fue obligado a dejar el escaño y la militancia, la UCO registró el domicilio de Ábalos en Valencia y pidió a la mujer que le acompañaba que escondiera un disco duro e intentara llevárselo a la calle. 

La UCO sospechó y encontró el disco duro que la mujer había escondido entre su ropa, con la sensación de que el propio Ábalos lo había puesto a tiro. ¿Venganza, chivatazo indirecto? Es lo que parece. El exministro dijo sentirse un «gilipollas» al que utilizó Cerdán para crear en Madrid la trama de comisiones por obras públicas que había montado en Navarra.

El informe de la UCO 500 folios que se complementan constantemente con nuevas pruebas y grabaciones cuentan como principales pruebas los documentos y grabaciones de Aldama, Koldo y Abalos, aunque no son los únicos. Cuando se ven cercados, suelen aparecer los colaboradores espontáneos para contar todo lo que saben .

En el caso o los casos que nos ocupan, buscan beneficios de los tribunales, pero también se advierte afán de venganza al verse abandonados por sus compañeros. Ese ánimo de ánimo lo provoca fundamentalmente que no perdonan que su vida personal haya quedado destrozada, al permitir que se hagan públicas toda clase de datos sobre sus relacione.

Ábalos, Aldama, Koldo, Santos Cerdán y algunas de las personas de su círculo profesional que hoy se ven señalados parecen dispuestos a contar lo que saben. Cuando los medios  publicaron que Cerdán formaba parte del grupo presuntamente corrupto, se oyeron gritos de incredulidad en el PSOE, pero los informadores estaban seguros de no equivocarse. Ahora aseguran que Cerdán y Abalos no son los únicos implicados. En Ferraz hay nervios. Y en Moncloa. Muchos