Eulalia Lapresta, la 'sinsombrero' que vivió en Carretería

Luz González
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Eulalia Lapresta, la 'sinsombrero' que vivió en Carretería

El término las simbrero, que tanta fortuna está teniendo en libros, exposiciones y documentales, se refiere a un grupo de mujeres intelectuales de la generación del 27, coetáneas por tanto de los famosos miembros que componen la nómina de ese grupo poético, Lorca, Dalí, Aleixandre, etc. Grupo en el que los manuales, hasta ahora, no incluían ningún nombre de mujer. Es en los últimos años cuando se está recuperando las figuras femeninas, relegadas al olvido, de esta generación. Unas la quieren llamar la generación del 26, por eso de que ese año se fundó el Lyceum Club, lugar de encuentro, discusión intelectual formación y empoderamiento (aunque no existiera esa palabra todavía) de mujeres que vivían en Madrid. Otras las llamaron las sinsombrero, como Tania Balló, por ejemplo, por una anécdota que recuerda Maruja Mallo en sus memorias: «Un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso, que era estudianta [sic] de Bellas Artes, y a mí quitarnos el sombrero porque decíamos parece que estamos congestionando las ideas, y atravesando la Puerta del Sol nos apedrearon llamándonos de todo…».

En el libro que lleva este mismo título, Las sinsombrero, con un subtítulo bastante explicativo: Sin ellas la historia no está completa, Tania Balló da la siguiente definición del término, en el que encaja perfectamente nuestra sinsombrero conquense: «Mujeres que se quitaron el sombrero, ese corsé intelectual que las relegaba al papel de esposas y madres, y participaron sin complejos en la vida intelectual española entre los años veinte y treinta». 

cerca de ruiz. Eulalia vivió en Cuenca, en un apartamento en Carretería, cercano a la cafetería Ruiz de sus sobrinas, donde se la podía ver todos los días tomando café. Porque como dice Tania Balló en uno de los capítulos de su famoso libro, «ellas también tomaban café». Eulalia estaba acostumbrada a las tertulias del Lyceum Club y de la Residencia de Señoritas, fundadas ambas instituciones femeninas por María de Maeztu, de quien Eulalia Lapresta era secretaria, y su mano derecha. Además de ocuparse de la biblioteca de la Residencia, Eulalia sustituía a María en las funciones de presidenta durante sus continuos viajes por Europa y América.

También Eulalia viajaría por distintos países, unas veces sola y otras acompañando a las señoritas de la Residencia a Marruecos, Portugal, Francia, etc. Acompañó a las residentes que actuaban con Federico García Lorca en La Barraca por distintas ciudades españolas y alternó con intelectuales, escritores, artistas y científicos de talla universal como Madame Curie, a la que acompañó en sus dos viajes a España. La premio Nobel vino acompañada de una de sus hijas y se hospedaron en la Residencia de Señoritas. Antes de venir, se escribieron cartas. Eulalia guardaba las firmadas por Madame Curie junto con las de otros personajes que pasaron por la Residencia, unos que se alojaron en ella y otros que dieron conferencias allí, como Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Menéndez Pidal, Rafael Alberti, Benjamín Jarnés, Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken, María Lejárraga, Carmen de Burgos, Zenobia Camprubí, María Zambrano, Victoria Ocampo, la Premio Nobel Gabriela Mistral etc. 

Sin embargo, no todo el mundo aceptó la invitación de estas mujeres, se cuenta que el dramaturgo Jacinto Benavente, premio nobel de 1920, se negó a hacerlo con la frase cliché de que él no hablaba a tontas y a locas. El doble sentido de la frase, un claro insulto a las mujeres que querían liberarse de los estereotipos de género que la sociedad patriarcal imponía a la mujer como ser subalterno al servicio del hombre y dependiente de él, reflejaba la manera de pensar de aquella época. Otros intelectuales como Gregorio Marañón o Ramón y Cajal también escribieron e intentaron justificar la ancestral desigualdad entre hombres y mujeres que veían natural. 

lucha por formarse. Frente a tal misoginia, las mujeres lucharon por formarse, adquirir unos estudios y tener una profesión que les permitiera vivir independientes. Casi lo consiguieron con las leyes de la República unos años después, en 1931, pero los avances conseguidos, el derecho al voto, protección de los hijos, libertad sexual, etc. se perdieron con la guerra civil y el régimen político que salió vencedor. La Residencia de Señoritas desapareció con la guerra, pero gracias a Eulalia pudieron conservarse documentos y libros, que guardó en un baúl en un lugar oculto para protegerlos del desmantelamiento del edificio. 

En la postguerra, encargaron a Eulalia la restauración de la institución y depuración de su personal. Ella mantuvo en sus puestos a todo el personal anterior. Le ofrecieron el puesto de directora y lo rechazó, pero continuó siendo la secretaria de la nueva directora Matilde Marquina García, falangista de la Sección Femenina. Con esta dirección, en 1940 la institución se llamó Colegio Mayor Santa Teresa.