La especialidad de más riesgo

M. Guinot-S.Ortega (EFE)
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La Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil se creó hace seis décadas y en este tiempo se ha convertido en la unidad del Cuerpo con la cifra más alta de agentes fallecidos en acto de servicio

Unos 10.000 efectivos de la ATGC se encuentran desplegados por las carreteras de todo el país. / Manuel Bruque (efe) - Foto: Manuel Bruque (EFE)

La mañana del 10 de abril de 2023 acabó de forma trágica para Francisco Ramón Montes, miembro de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil (ATGC), quien perdió la vida a los 53 años en una carretera de Turís, en Valencia. Con él son 345 los agentes de esta unidad que han fallecido en acto de servicio desde su creación, la cifra más alta entre las especialidades del Cuerpo.

Tras una de las semanas con el mayor éxodo de coches del año, con motivo de los desplazamientos por Semana Santa, responsables de esta especialidad repasan el trabajo que desarrollan sus 10.000 agentes, quienes se despliegan por la red de carreteras de toda España para garantizar la seguridad vial.

De su peligrosidad dan cuenta los 345 decesos en la Historia de la ATGC, que comenzó en 1959, cuando contabilizó su primer muerto. Era Antonio Rodríguez Jiménez, un alumno de 29 años que sufrió un accidente cuando realizaba prácticas en las pistas de entrenamiento de La Venta de la Rubia, en Madrid. Él inauguró una larga y triste lista de personas que no solo perdieron la vida en acto de servicio por algún siniestro, sino por culpa del terrorismo, tanto el de ETA como el del GRAPO y el FRAP, y de la delincuencia común.

Considerado como el primer asesinato a manos de la banda etarra, José Antonio Pardines falleció el 7 de junio de 1968 cuando se encontraba regulando el tráfico en la N-I en Aduna (Guipúzcoa).

Pero el atentado más trágico que afectó a esta unidad fue el de la madrileña Plaza de la República Dominicana, cuando la explosión de un coche bomba mató a 12 agentes de un convoy que trasladaba a alumnos del I Curso de Tráfico para guardias procedentes de la Academia de Baeza (Jaén).

En la memoria de la Agrupación también permanecen Juan Antonio Palmero Benítez y José Antonio Vidal Fernández, asesinados a tiros el 9 de octubre de 2004 en Castejón, en Navarra, a manos del atracador de bancos Jaime Giménez Arbe, alias El Solitario.

No obstante, la mayoría de los integrantes de la ATGC murieron en la carretera. Los años más trágicos fueron 1972, 1976 y 1997, con 11 víctimas en cada caso.

A todos ellos los recuerda una línea cronológica que incorpora los nombres de los fallecidos y repasa los hitos de la Historia de la unidad, colocada en el vestíbulo de su sede en Madrid. Junto a ello, una bandera española con los hasta entonces 332 muertos y que portó en 2017 desde Saint Jean de Pied de Port (Francia) hasta Santiago por el Camino Jacobeo el agente Antonio Salicio, quien precisamente perdió la vida en acto de servicio en un accidente tres años después.

El recuerdo de Dámaso

En abril de 2023, mientras custodiaba una prueba ciclista infantil en Pravia (Asturias), Dámaso Guillén murió arrollado por un conductor a la fuga que huía a bordo de un coche robado tras protagonizar una reyerta. La víctima no dudó en interponerse al paso del fugitivo, que se acercaba peligrosamente a los jóvenes deportistas, impidiendo así una catástrofe mayor.

Dos años después, Ainhoa, su viuda, intenta seguir adelante. El recuerdo de su labor heroica le enorgullece. «Hubiera sido una masacre, con niños y todo. Fue una acción heroica, salvó a muchos. Sé que están agradecidos de por vida y siempre le recordarán, eso me da mucha alegría», cuenta.

En su opinión, ser agente de Tráfico es un trabajo de riesgo. «Para mí y para mi hija, él era un héroe. También para mucha gente, porque era una persona muy especial. Le pedías cualquier cosa, a cualquier hora, y se mataba por dártela si podía. Era increíble», rememora.

El paisaje de una infancia

Eusebio García murió el 8 de septiembre de 2017 en la Vuelta Ciclista en Proaza, Asturias. Su hija Carla acababa de cumplir 11 años y sus hermanos tenían cinco. Fueron los compañeros del fallecido quienes les dieron la noticia, entre ellos la capitán Mercedes, psicóloga.

«Me encantaba ver a mi padre en moto. Mi alegría era verlo llegar en moto y escuchar las historias que nos contaba, siempre con una sonrisa», comenta la joven. «Su moto y su casco no eran solo herramientas de trabajo, son el paisaje de mi infancia», asegura.

Carla nunca tuvo miedo a la moto pese al accidente de su padre. Por el contrario, es su pasión y lo que le conecta a él. A sus 22 años, se está sacando el carné A2 mientras estudia Psicología, siguiendo la estela de esa mujer que supo cómo darle la triste noticia. 

Mientras, su labor, al igual que la del resto de efectivos fallecidos, quedará en el recuerdo por ser un garante más de la siempre necesaria seguridad en las carreteras.