Qué suplicio

Manu Reina
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Con el calor, operarios, conductores y obreros resisten, con agua, sombra improvisada y jornadas adaptadas, porque «no queda otra»

Qué suplicio - Foto: Reyes Martínez

Cuando el sol aprieta con más fuerza y las aceras hierven bajo el peso de las altas temperaturas, hay quienes no tienen la opción de buscar refugio o ejercen lejos de un aire acondicionado o ventilador. Son los trabajadores de la calle: operarios de obra, conductores de maquinaria pesada y personal de servicios que en estas semanas estivales, como muchos otros oficios, continúan sus jornadas. Su trabajo no entiende de termómetros.

Es «complicado». Así de claro lo expresa Julián Pérez, encargado de obra. Pero «no nos queda otra», admite, consciente de que las obras no pueden detenerse aunque el asfalto queme. Aun así, explica que tratan de adaptar los horarios. «Estamos haciendo casi jornada reducida. Algunos vienen por la tarde, otros se van a las tres de la tarde. Vamos haciendo un poco el turno», detalla.

El reloj es enemigo. «Ahora empezamos a las siete», cuenta Julián, «pero a medida que avanza la aguja del reloj... a las once o doce de la mañana ya empieza a calentar». Para combatir el calor, se organizan como pueden. «Tenemos una zona de sombra para no estar tanto tiempo al sol», explica, mientras resalta que «beber agua es fundamental». 

Qué suplicioQué suplicio - Foto: Reyes Martínez

El mismo sol que cae sobre los obreros pone en jaque en muchas ocasiones a los conductores de vehículos pesados, como José Castillo, que maneja una hormigonera. «Se lleva mejor en primavera o en invierno», admite, «pero bueno, se puede llevar». Su jornada, sin embargo, no entiende de estaciones. Trabaja de «mañana y tarde, día completo», comenta. Y es precisamente la tarde cuando más se sufre. «A las tres o cuatro es cuando peor se pasa», afirma. Para combatir el calor, José también confía en la hidratación e incide en que  «en el punto de trabajo siempre tenemos agua, claro. Hay que beber de manera continuada».

Luis Page, conductor de grúa, comienza su jornada algo más tarde, entre las ocho y media o nueve de la mañana, y admite que las temperaturas se vuelven insoportables conforme avanza el día. «A medida que sube el sol, se complica. Pero se 'defiende' el día», asegura. Luis prefiere «el invierno, siempre» y al terminar su jornada, como muchos, lo que más desea es «meterme en casa con el aire acondicionado».

Al borde del asfalto, Yuriy Shabarov trabaja en la señalización de una obra y la dirección del tráfico. Es su primer día, y ya se ha enfrentado al calor. «Las primeras dos horas son duras, de 10 a 12 es cuando más pega». Pero luego el cuerpo se acostumbra, más o menos». Su jornada también comienza temprano. «Empezamos a trabajar a las 7 y estamos hasta las 3. Por la tarde no», explica. Aún siendo nuevo en el puesto, Yuriy ya sabe que el agua es vital. «No puede faltar. También llevo gorra y un chaleco para protegerme del sol», afirma. 

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Qué suplicio - Foto: Reyes Martínez

Los testimonios se repiten con distintas voces pero una misma conclusión: las altas temperaturas son difíciles de sobrellevar, pero no hay alternativa. Estos trabajadores resisten el calor con resignación, ingenio y mucha agua. Mientras la mayoría busca refugio, ellos siguen a pleno sol. Porque, como dice Julián, «no nos queda otra».