Corrían los primeros años de la década de los 90. Como si de un huracán se tratase, una ley novedosa, la LOGSE, generaba pasiones y temores. Algunos temían, ¿con razón?, que los chicos de 11-12 años abandonasen los colegios para ir al instituto. A otros –¿visionarios, locos o analistas objetivos?– les preocupaba la hipotética bajada de niveles que divisaban en el horizonte. Y a los más, por aquel entonces, les inquietaba el incierto futuro que se avecinaba dudando que pudiese traer novedades realmente buenas. Para los conservatorios, con el desacuerdo de más del 95 % de la comunidad educativa, se impuso –¡cosas de nuestra democracia!– que de los 6 años que siempre habían hecho falta para obtener un título que abriese la puerta al mundo laboral en todas las carreras –salvo Piano, Violín y Violonchelo, que eran 8–, se pasase a 14 (no, no hay error tipográfico: 14). ¿Lo peor?, que los que habían empezado sus estudios por el plan viejo serían pasados al nuevo haciéndoles creer que experimentarían algo parecido a que les hubiera tocado, a la vez, la lotería, la bonoloto y los euromillones. ¡¿Ignorantes?! Eran tantos los cambios que los alumnos –de entonces, claro– estudiaban como locos para evitar caer, si repetían curso, en el nuevo plan de estudios y ver su vida truncada, de repente, durante 6 u 8 años más. ¿¡Menudo regalazo!?
Una tarde de por aquel entonces –¿1991? ¿1992?–, al llegar a mi aula, un simple vistazo me permitió comprobar que habían cambiado la vieja pizarra de tiza por una moderna. No le di más importancia. Empezada la clase, un chico me preguntó, extrañado, la razón por la que la nueva tenía todos los pentagramas correctos –con 5 líneas, se entiende–, salvo el de abajo que tenía 6. Yo no había caído en el detalle y, lejos de aludir a las supuestas razones reales –¿despiste? ¿les sobraba tinta y la habían aprovechado? ¿el pintor no sabía contar bien hasta 5 y eso que habría estudiado EGB?–, le contesté con la primera tontuna que me vino a la cabeza: «Es un detallazo, una medida preventiva de sensibilización y deferencia que el ministerio tiene con vosotros y que deberíais agradecer. Habéis oído que la LOGSE va a cambiar todo, ¿verdad? Pues los pentagramas, también; a partir de ahora tendrán 6 líneas y este viene de avanzadilla para evitar posteriores traumas» ¡Aquella chorrada fue agua de mayo! Si es cierto que el alumnado de entonces solía estudiar mucho, el temor a tener que reaprender la ubicación del do, del fa o del re hizo que desde ese día fuesen a por todas ¡y librarse así de un supuesto premio gordo que ninguno lamentó jamás que no le tocase!