25 años de respuesta a una misma llamada

Ester González
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El párroco Miguel Ángel Caballero se rodea de su 'comunidad' para celebrar las bodas de plata de su compromiso con la Iglesia en una jornada de celebración de la fe y la amistad

Miguel Ángel Caballero, acompañado por Manuel Martínez y otros compañeros. - Foto: Ester González

Hace 19 años que Miguel Ángel Caballero se asentó en Tarancón, pero «parece que fue ayer», confiesa con una sonrisa en el rostro. Desde entonces, fue construyendo una comunidad de la que hoy se siente orgulloso y con la que quiso compartir la fiesta de su 25 aniversario como sacerdote. Cada domingo los creyentes y religiosos acuden a la casa del Señor. Este domingo la parroquia de San Víctor y Santa Corona se convirtió en una celebración que congregó a decenas de personas para presenciar unas bodas de plata, las del párroco Miguel Ángel. Allí celebró el 25 aniversario de su ordenación, aunque «lo que sí es una celebración es poder asistir a una eucaristía rodeado de tanta gente», recalca. 

Pone el foco en la desvinculación que tiene la sociedad actual, sobre todo la más joven, con la Iglesia. Precisamente, parte de su labor en Tarancón ha sido la de crear una comunidad joven, en la que ha tenido un considerable éxito, cosa que se pudo comprobar con la expectación que tuvo la misa de este domingo. El párroco admite que «me congratula saber que podemos unirnos para celebrar la eucaristía, ya no solo por mi persona, no promuevo un homenaje hacia mí, pues la verdadera celebración es la unión del pueblo en la casa de Dios, en la casa de todos.

No hay vecino en Tarancón que haya pasado por la iglesia y no haya visto la cara sonriente de Miguel Ángel. Ya sea en un bautizo, en una comunión o en una boda, este original párroco se atreve siempre a armarse con su guitarra y sus anécdotas y amenizar de esta forma sus misas y sermones. «Soy un animador, un acompañante, llamo a la gente para una causa superior como es la Iglesia y para vivir el Evangelio», argumenta con pasión en sus palabras. 

Aunque proviene de Villamayor de Santiago, él se siente orgulloso de Tarancón: «Soy un enamorado de esta ciudad, de sus fiestas, de su gente, de sus tradiciones...». Por eso le hizo «tanta ilusión» ver cómo el pueblo se volcaba una vez más, y es que «me hicieron muchos regalos materiales, pero el que más me gustó fue ese, ver al pueblo unido y saber que no es una cosa puntual, sino que lo hacen siempre que se necesita». En este día tan especial quisieron acompañarle miembros del Ayuntamiento, grupos parroquiales, la asociación belenista y, por supuesto, compañeros del gremio como sacerdotes hijos del pueblo, padres franciscanos, compañeros de curso y también del seminario. E, incluso, el sacerdote que le llevó al seminario y le ordenó en su parroquia, Manuel Martínez, quien a pesar de sus 87 años y de estar ya jubilado no quiso perderse la ocasión.