Oyarzabal y Luis S.L

Diego izco (spc)
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El rendimiento del capitán de la Real Sociedad, pieza clave en el triunfo ante Francia, se dispara con De la Fuente, Ha sido fijo en las categorías inferiores y en el equipo nacional olímpico que dirigió el de Haro antes de llegar a la absoluta

El atacante resultó decisivo, especialmente en la primera parte del encuentro contra la selección galaC - Foto: AFP7

en ocasiones, un entrenador adopta una decisión sorprendente en apariencia para satisfacer sus planes tácticos. Puede ser un fichaje, el ascenso de un canterano o la obstinación en mantener a un futbolista sobre el campo a pesar de la extrañeza de la crítica generalizada o el gran público: todo responde a que esa pieza sobre el tablero aporta exactamente lo que el estratega busca. Es la explicación más plausible a, por ejemplo, por qué Luis De la Fuente apuesta con tal firmeza por Mikel Oyarzabal como 'nueve'. 

El guipuzcoano dista de ser el delantero centro prototípico que describen los manuales del viejo fútbol. No es el 'tanque' capaz de chocar con centrales, no es el 'killer' que ataca el espacio con violencia y liquida los duelos al primer toque, no es el 'virguero' que desequilibra y atrae defensores, no es el 'cañonero' que se erige en sinónimo de peligro desde cualquier distancia inferior a los 20 metros, no es el 'velocista' que corre el contragolpe levantando briznas de hierba en su vertiginosa zancada.

Parece un futbolista en constante revisión, de esos que deberían dar explicaciones a los minutos que disputa. Solo es un chaval de Éibar que se aleja de cualquier definición clásica y, sin embargo, en las grandes citas se agiganta. De la Fuente arrancaría las alineaciones, con permiso de Lamine, con Mikel y otros 10. «Es un jugador -analizaba el riojano en Stuttgart- que siempre nos ha dado un grandísimo rendimiento. Buscábamos correr a los espacios, buscar juego entre líneas… Mikel eso lo interpreta a las mil maravillas. Y sabemos que cuando tiene el balón cerca del área tiene una claridad enorme para dar pases. Y goles, no se nos olvide. Queríamos un delantero así ante Francia y creo que hizo un partido inmenso». 

Versátil

En el fútbol moderno, en el que los especialistas de toda la vida pierden la exclusividad de su oficio en pos de la versatilidad, Oyarzábal es esa pieza perfecta para el juego de España. A sus 28 años, posee el instinto necesario para moverse en cualquiera de los tres puestos de ataque, incluso añadiendo un cuarto -como 'falso nueve' o 'falso 10, según se lea- si la Real o la selección juegan con un 'nueve' fijo. Es un atacante que bajo una apariencia endeble y un gesto tímido, casi inofensivo, esconde una inteligencia innata para el ataque: domina de forma natural la presión y el desmarque, y de ese carácter tranquilo nace la sangre fría necesaria para ser altamente eficaz en los últimos metros… y en los partidos importantes. Su gol de leyenda ante Inglaterra (min. 86) en la final de la pasada Eurocopa es 'solo' un certificado más de esta teoría. 

Este pasado jueves dio las dos asistencias de los dos primeros goles ante Francia. La primera, sosteniendo una pelota imposible dentro del área y teniendo la cabeza fría (y la clase necesaria) para filtrar un pase que dejaba completamente solo a Nico Williams; la segunda, tirando una pared con Mikel Merino a la espalda de la zaga de los galos, castigada por las bajas. Pero hubo un tercer detalle que pasó más desapercibido: el penalti del 3-0. Mikel es el lanzador fijado por De la Fuente en la suerte fatídica. Pero estaba Lamine Yamal sobre el campo, y esa lucha ciega contra Dembélé por el Balón de Oro flotaba en el ambiente. El guipuzcoano cedió el tiro al joven genio del Barça, este acertó y después de la primera celebración conjunta Lamine buscó a Oyarzabal. El abrazo entre ambos fue más que significativo. 

Relación

Esa 'debilidad' de Luis De la Fuente por el capitán de la Real Sociedad nace con la primera llamada a la selección sub'19 y se hace inquebrantable en el Europeo sub'21 de 2019. Allí, el técnico le explica: «En el fútbol actual, las bandas son para el desborde». Y decide alejarlo de la cal para convertirle en un tipo indetectable por el centro, ni delantero ni mediapunta. Alguien que abriese huecos, tirase paredes, se asociara a un toque y facilitara la irrupción de la segunda línea. El seleccionador, no lo oculta, está enamorado futbolísticamente de su inteligencia y de su liderazgo sordo. Le entregó el brazalete de la sub'21 y, dos años después, el de la selección olímpica que quedó a una prórroga de la gloria en los Juegos de Tokio (él marcó en la final, pero se colgó la plata ante la Brasil de Antony, Richarlison, Cunha y compañía). Por cierto, siete de aquellos titulares en Yokohama son hoy piezas clave para el seleccionador absoluto: además de Mikel, jugaron Simón, Cucurella, Zubimendi, Merino, Pedri y Olmo. 

«Tenemos un gran bloque, futbolístico y humano, que es lo que caracteriza a todos los equipos de Luis. Más allá del entrenador, es una persona que sabe gestionar los grupos y eso te facilita las cosas», comentaba Oyarzabal en plena Eurocopa. 

Fue Vicente del Bosque quien lo hizo debutar con la absoluta (mayo de 2016), Luis Enrique quien le dio una continuidad relativa y De la Fuente, en el reencuentro más esperado por ambos, quien lo hizo fundamental. El de Haro, en el fondo, es el padre de una generación que hoy ha conquistado el continente, busca ante Portugal su segunda Liga de las Naciones y sueña con el Mundial del próximo año. Y piezas como el '21' justifican sus pasos: un tipo de comportamiento exquisito y actitud ejemplar que, durante aquel 'via crucis' de 2022 -rotura del ligamento cruzado- recibió varias llamadas del preparador con un mensaje contundente: «recupérate, que te vamos a esperar». Una relación inquebrantable.