Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


'Heraclitémonos'

07/12/2020

Heráclito decía que la humanidad era una bestia irremisiblemente hipócrita, obtusa y cruel, a la cual no valía la pena intentar enseñarle nada. Y lo digo por si nos suena de algo, que esto lo dijo hace dos mil quinientos años y seguimos igual, aunque entonces la humanidad era más pequeña, eso sí, también más variopinta, y muchísimo menos idiotizada por la globalización. Heráclito, que está de moda en mi artículo de hoy, decía que «el mundo parece cambiante sólo a ojos de los estúpidos» y esto me recuerda a una canción ochentera: «Tened cuidado con el poder, va cambiando de color, poco a poca cambia según se acontece, cuando en realidad todo sigue igual». Hoy me acuerdo también de los asustadizos que viven en EEUU, unos con miedo a que venga el coco social comunista Biden que también representa la «progresía de las guerras», y otros rogando que no vuelva Trump, ese «ensoberbecido supremacista americano de pro». En la que dicen es paradigma de progreso unos temen a pederastas (que puede que no lo sea), y otros a los mujeriegos (que puede que no lo sea y la people lo lleva mejor), o eso se dijo en campaña cuasi bélica de pregón en pregón. Si le hacemos caso a Heráclito, todos tienen su contrario, el día y la noche, el invierno y el verano, la vida y la muerte. Hoy no es quimera el pensamiento de Heráclito y triunfa, que tenemos «la izquierda» y «la derecha», y parece que todos los demás o son de unos o de otros, y si no se les estigmatiza por no seguir el rollo. Yo hoy filosofé pensando que el hombre es libre, y sin embargo no se entiende hoy que uno pueda variar su interés en función del bien común. Ahora, heraclitianamente hablando, estamos en una lucha entre opuestos, entre los que creen que lo que ven es blanco y los que creen que lo mismo es negro. Cristianamente hablando se puede entender el ateísmo, pero un ateo no entiende a Cristo, y eso se pierde dice el cristiano, que según los mahométicos también está equivocado pues sólo Alá es grande y, según se mire, entre ellos tampoco se ponen de acuerdo, que andan a la gresca los seguidores de Alá y los sucesores de Mahoma, chiíes contra suníes. Una alternativa que nos propondría Heráclito sería la coreana, esa en la que el gordo ostenta todo el poder y los demás, más flacos, no tienen ninguno, algo que parece que también ocurre en..., donde solo unos pocos se comen el... y los demás … 
El fuego se apaga. El rayo no dura. Y pido respeto a los filósofos, no a Illa, aunque sea filosofo de facultad pues se aleja de los principios básicos de la filosofía, lo que hizo muy bien Heráclito, vivir lo que predicaba. Comportarse con razón y lógica requiere adaptar la propia vida a la virtud, al bien, aceptar y adecuar sin rebeldía la propia existencia al devenir, y eso incluye aceptar la muerte. Heráclito vivió entre los cerdos para curar el mal que le acechaba, quizá lo único no reprochable a algún filosofo. El sufrimiento es una alternativa al placer, y se olvida frecuentemente que quien persigue el placer se encadena al sufrimiento, y no me refiero al mundo de las adicciones, sí a la terna del mal: voluptuosidad, egoísmo y afán de dominación. Con Heráclito viviríamos mejor si comprendiéramos que el enemigo es nuestro complemento, que lo necesitamos, que luchar es el resorte de la vida, que solo vence quien lucha. El sentido de la salud nos lo dan los enfermos y el de la riqueza los pobres. En el juicio final el fuego que a todos nos consumirá, y todos es todos, que aquí no se libran ni los opuestos. Heráclito gastó setenta años de su vida en pensar que la muerte no es diferente a la vida. Hay lo dejo, y lo dejo con sus concomitancias y el lugar en que cada uno baila al compás suyo o al que le marcan las circunstancias. Heráclito comenzó sus divagaciones cuando creía que nada sabia y fíjense como acabo la cosa que al final de su vida decía que nada ignoraba, y esto es el resumen de lo que pensaba; y es que todo fluye, que nadie se puede bañar en la misma agua del río dos veces, que solo alcanza la eternidad aquel que somete a su razón, la que nos invita saber que la esencia del ser humano es inmutable y distinta a todo lo que nos rodea, algo que en Navidad sería buen momento para recordar.