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Hay algunas noticias que se disfrutan, aunque en el fondo no tengan ninguna gracia. Un buen ejemplo es lo que ha pasado esta semana con el ancho de esos trenes de Cercanías que ahora no caben en los túneles de Cantabria. Yo lo primero que he pensado es que su presidente, Miguel Ángel Revilla, se enfada y grita en televisión por cualquier tontería. Y que ahora ya tiene un problema real del que quejarse. 'Para que llores por algo', como me decía mi abuela cuando me daba un guantazo después de soportarme a la hora de la siesta.
Lo de los trenes seguro que nos va a costar unos cuantos millones de euros, pero hay otras cosas en las que gastamos también muchísimo dinero y no nos dan satisfacción alguna, ni nos permiten tener entretenido a Revilla para que no enrede. Además es que yo estoy casi convencido de que, si nos preguntasen, la mayoría de los españoles estaríamos dispuestos a poner algo de dinero todos los meses con tal de que ese señor tenga un tema de conversación nuevo y refrescante con el que rellenar horas de parrilla.
Si se ha podido crear un impuesto verde o un impuesto turístico, se puede inventar un impuesto Revilla. Piénsenlo. Con un euro al mes por cabeza nos lo quitamos de encima. El que ponga cinco euros podría incluso votar para elegir el tema al que queremos que le de carrete hasta caer rendido. Exceptuando los cántabros, obviamente, porque ellos en el pecado llevan la penitencia.