Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Fracaso sentimental

17/05/2024

El separatismo aguarda para lanzar nuevas embestidas. No es ni flor de un día ni un delirio de fácil cura. Por eso espera su próximo momento, que llegará. Esto para los que siguen proclamando una derrota del independentismo en las elecciones catalanas. Como para fiarse. El resultado del domingo hay que enmarcarlo dentro de la fase de hibernación en la que están los que creen que por libre les irá mucho mejor, que es el sutil argumento para edulcorar el odio a España y a todo lo que representa. En cuanto los indepes vean que su enemigo está con la guardia más baja incluso de lo habitual, ¡zas!, gañafón al canto. Y no hay nada peor que una bestia herida dispuesta a zamparse todo lo que pille por delante. 
Lo que le está ocurriendo al movimiento separatista en Cataluña es fruto de una ensoñación inútil y de un burdo engaño cuya monserga se prolonga durante demasiados años. Eso provoca una frustración que es difícil de soportar durante mucho tiempo. Cuando ves que se van despidiendo las generaciones anteriores y que el camelo en el que creyeron jamás llega, es normal que la desesperación se apodere. Esa es la principal razón por la que el nacionalismo ha obtenido su peor resultado desde las elecciones de 1980. Es la constatación de un fracaso sentimental, que deriva en un fiasco social. 
Dentro de este contexto pesimista que invade a los que se quieren largar de España ha surgido un posibilismo que ha entendido a la perfección Pedro Sánchez. Lo exprimió en las elecciones generales del 23 de julio, en las que Cataluña fue vital para su continuidad en Moncloa, y lo ha aprovechado también en las autonómicas de esta comunidad. 
Da igual cuando leas este mensaje: como estratega es invencible y siempre gana Sánchez. Aunque sea incumpliendo su palabra, saltándose la igualdad del conjunto de los españoles o retorciendo las leyes, incluida la Constitución. El resultado final le beneficia y logra flotar. El reparto que dejan las elecciones en Cataluña le sitúa en una encrucijada para la que ya está maquinando sus próximos movimientos, que no desvelará en ningún caso hasta después de las europeas. No va cometer la torpeza en la que cayeron PP y Vox tras las autonómicas de hace justo un año, fraguando acuerdos que, en varias regiones, podían haber esperado hasta después de las generales. 
El proceso independentista no ha muerto, aun con la foto fija salida de las urnas el 12M. Volverán las oscuras golondrinas y será cuestión de tiempo. Que los constitucionalistas son más es mucho suponer, porque es dar por hecho que el PSC no comulga con buena parte de los postulados soberanistas. Al partido de la amnistía difícilmente se le puede encuadrar sin matices dentro de ese club y PP y Vox suman 26 escaños, aglutinando un crecimiento muy destacado, pero sin que tengan ninguna capacidad de decisión.
Cataluña sigue siendo una comunidad atomizada, en la que la fragmentación es proporcional a sus problemas endémicos. Los pactos que se fragüen sólo van a mirar al interés partidista o incluso personal, con dos narcisistas de libro jugando en un tablero con varias partidas abiertas, la más local y luego la nacional. Acordarán –incluso si van a una repetición electoral– sin atender las necesidades de la gente y solo por un ejercicio de equilibrismo en el que está en juego la viabilidad de la legislatura en Madrid. Cualquier error de cálculo volverá a activar el proceso separatista. Que nadie lo dé por muerto.