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La semana pasada se celebró el Miércoles de Ceniza en el calendario litúrgico católico y Cuenca mantiene su devoción al máximo. La Junta de Cofradías propuso al señor Obispo celebrar ese importante acto religioso en la iglesia de San Felipe Neri, donde también se ubicaron los Padres Oblatos, y la preciosa iglesia de traza barroca llenó al completo su maravilloso espacio interior, con esa decoración de estilo rococó que cubre entablamentos, cornisas, pilastras, capiteles y las pequeñas capillas laterales. Iglesia de una sola nave en forma de cruz latina, con sus bóvedas de cañón y lunetos, que enmarcan ventanales falsos y esa bóveda baída del crucero.

Sin duda, Martín de Aldehuela figura como arquitecto en muchas de las investigaciones, pero también la mano de Fray Vicente Sebila está presente, a pesar de reconocérsele menos. De una u otra manera, el obispo José María Yanguas celebraba con solemnidad la santa misa e imponía la ceniza a los numerosos fieles allí congregados, y en su homilía recordaba como aquel obispo llamado Álvaro Carvajal y Lancaster, arcediano de Moya, en 1739, mandaba construir esta maravillosa iglesia, en cuyas escaleras de entrada, se canta el Miserere conquense.

Siempre hay confusión en cómo llamarla. Algunos la llaman iglesia de San Felipe, otros convento de los Oblatos, porque la advocación está clara y porque allí se ubicó una pequeña comunidad de Padres Oblatos, comunidad religiosa que fuese fundada en la otra Cuenca, la del Ecuador, por el padre Matovelle en el año 1884.

Por tanto, la iglesia es San Felipe Neri y, anejo, el edifico del convento cuya puerta y portada está actualmente cerrada al público, conformando ese bello conjunto arquitectónico que forma parte esencial de nuestro Casco Histórico conquense.