Leo Cortijo

Leo Cortijo


Eva María y los exámenes del 'insti'

30/01/2023

Hace algunos años ya, pero todavía recuerdo perfectamente las palabras que emanaban de la boca de Eva María, una compañera de instituto empollona donde las hubiera, cada vez que salíamos de un examen: «Madre mía, qué mal se me ha dado, si no suspendo le va a faltar muy poquito». A los dos o tres días, el profesor daba las notas y la misma Eva María que angustiada tras la prueba apenas podía comerse el bocadillo en el recreo debido al estado de nervios que tenía, sonreía de oreja a oreja cuando don Luis –el de Matemáticas, que era de los más duros del claustro– decía alto claro: «¡Muy bien Eva María! tienes un 9,5». Esa conducta era muy habitual en ésta mi querida compañera de pupitre. Aquella sensación errónea de que el mundo se acababa no era exclusiva de aquel examen de mates. ¡Qué va! Pasaba lo mismo con el de Químicas, el de Lengua, el de Geografía, el de Economía... y porque no nos examinaban en Educación Plástica, que si no, también. Eva María era una especie de Pedro cenizo que anunciaba siempre un lobo que nunca, jamás de los jamases, terminaba de venir. Afortunadamente para ella y cabreo para mí. Y es que tocaba la moral y no poco, no les voy a engañar, escucharla tan afligida para luego nada. Una sensación, por cierto, compartida con el resto de compañeros de clase. 

Quizá por mi compañera Eva María o quizá porque vine con esta naturaleza al mundo, nunca me gustaron los pesimistas. Y lo dice una de las personas más pragmáticas que uno se puede echar a la cara. Soy de los que no da un paso sin saber que la siguiente baldosa está bien asentada, no construyo castillos en el aire y 'realista' es poco menos que mi segundo apellido... Ahora bien, eso no es óbice para que tenga digestiones más complejas que las que llegan después de haber pedido al chino, cuando escucho a alguien –escudándose en no sé muy bien qué dato empírico– que algo o alguien está mal, va a peor o terminará por ser un desastre. Me refiero a esas personas que aunque al vaso solo le falte un milímetro de agua para rebosar, lo siguen viendo medio vacío. ¿De verdad que no hay nada positivo en ese vaso? ¿Nada de nada?

Esas personas, dependiendo de los círculos sociales en los que nos movamos, afloran como las setas en otoño. Pero no en un otoño normal, no; en un otoño de lluvias que ni en el Amazonas... Y no vienen nada bien. De corazón. Al final, minan tu entusiasmo, tu ilusión y tus ganas por ver un futuro pintado en verde esperanza y terminan dibujándote nubarrones negros y tormentosos encima de la cabeza. Personalmente, los quiero lejos. No nos hacen avanzar como personas, ni como sociedad, ni tampoco como ciudad... Y es que al final, los que solo ven tinieblas, fantasmas y malos augurios en su camino, les pasa como a la malaventurada y desdichada Eva María, que nadie se los cree.