Miguel Romero

Miguel Romero


En Las Quinientas hay mucho Arte

21/04/2021

Me acuerdo mucho de la Barriada de «San José Obrero», nacida en aquellos años del franquismo como hogar de múltiples familias, emigrantes a nuestra ciudad, carente de recursos suficientes y con el sentido de apoyo social para crecer en humanidad y economía.
Cuenca se estiraba hacia la carretera de Alcázar, entre el río Moscas y la Casa Blanca, fortaleciendo con un elevado número de viviendas sociales, trazadas con escuadra y cartabón, para revivir «otro pueblo» dentro de una ciudad que dormitaba entre los años 60 de efluvio maderero y los 70 de reconversión hacia una modernidad que tardaba demasiado en llegar.
En el centro, su plaza reunía a todos y cada uno de sus vecinos, unidos entre sí como una verdadera familia, donde amigos míos, muchos de ellos, hacían sus pinitos escolares o jugaban en aquel campo de fútbol de añoranza eterna. La bodega del tío Riau o la tienda de comestibles Blanco, regentada por Vicente eran, entre otras muchas cosas, recuerdos imperecederos que me asaltan a mí cuando como maestro bajé a «enseñar Ciencias Sociales y Deportes» a luchadores, muchachos y muchachas, que allí reafirmaban eso de que «somos quinienteros y a mucha honra». Mientras, desde la iglesia regentada por el bueno de don Constan remarcaba al Santo Patrón de San José, mientras la ermita de San Antonio un poco más allá, quería reivindicar su devoción en romería a tiempo parcial.
Yo, en su momento, hice revista escrita para popularizar más su identidad, con recuerdos de fundación, poemas, añoranzas y ensoñaciones; ahora, me sigo acordando de Tomás Bux siendo muchacho, de don Modesto con bigote y bastón, de mis amigos Angelete, Javier Segovia, Fernando, Ángel Ibáñez, don Emilio, Goyo, los Tévar, los Riguete o de aquellos alumnos especiales como los Jiménez y los Bustamante; unos y otros, en mundos diferentes, marcan un antes y un después, pero sobre todo, recuerdos de un tiempo que siempre fue bueno a pesar de los pesares. Allí jugué en el reconocido equipo de fútbol de «San José Obrero».
Pero ahora me trae aquí otro motivo. Si el Colegio de Astrana Marín reunió maestros convencidos de una educación integral y diversa, con enseñanzas básicas, pero también teatro, deporte, danza y «guitarreo», ahora, en ese mismo edificio, reformado y bien acondicionado, cohabita la Escuela Municipal de Música y la Escuela de Artes Escénicas, fortaleciendo con ello, las Artes en un barrio que sirve de «bastión dorado» de la cultura de Cuenca. Por eso, el desaparecido y querido Ismael Martínez Marín le da nombre, y por eso sus rectores de ahora, Pepe García Llopis en música y Patricia González en teatro, son líderes de una formación clave para el desarrollo de nuestra ciudad y es a ellos, a quienes desde esta Tribuna quiero dedicar mi crónica para agradecerles su colaboración, siempre desinteresada, su predisposición constante a estar en aquellas actividades a las que se les cita, sea Seminario de Historia Militar, sea ciclo de conferencias o sea Semana de Cultura Municipal en Primavera, como ahora. Su generosidad y su maestría llenarán de voluntad y éxito cada actividad programada, sea en la Fundación Antonio Pérez, en las plazas y parques de nuestra Cuenca histórica, en el Parador de Turismo, en los Jardines de la Diputación o en el Centro Cultural Aguirre, haciéndolo con esa dedicación que les define y mostrando todos ellos, profesores y alumnos, cual debe ser el trabajo y su virtuosismo, el que les hace especiales. Gracias alumnos y gracias profesores.