El día de ayer quedará para siempre grabado en el recuerdo a raíz de un apagón que, en cuestión de minutos, transformó la vida de los conquenses. Durante doce largas horas, la capital, al igual que el resto de España, se sumió en una gran incertidumbre. A pesar de ello, vecinos y visitantes supieron adaptarse a las circunstancias, encontrando en medio de la crisis solidaridad, ingenio y tranquilidad. Muchos ya piensan en adquirir el –ahora sí– pertinente kit de supervivencia.
«Tuve que utilizar linterna para moverme por casa», cuenta Benita Garrote, quien nunca antes había experimentado algo similar. Por su parte, Susana Calderón, relata cómo, con comida en casa, pero sin la posibilidad de cocinar debido a la falta de electricidad, tuvo que arreglárselas con latas. «No podíamos cocinar, por lo que nos apañamos con lo que teníamos», añade.
El apagón no solo afectó la rutina diaria de los conquenses, sino que también interrumpió las comunicaciones. Milagros Osuna, una vecina que se encontraba sola en casa, recalca que «estaba incomunicada, pero vino mi nieto y la verdad es que estuve muy bien con su ayuda».
Ermelinda Canales fue una de las que, al principio, pensó que el apagón era algo temporal. «Pensé que iba a ser una cosa puntual, pero luego me di cuenta de que era más serio». A medida que pasaban las horas, la incertidumbre fue creciendo y, como en el caso de Adelina Berlanga, la ansiedad se apoderó de algunos: «Tuvo que venirse mi hija a dormir conmigo porque estaba nerviosa y tengo taquicardia».
A pesar de la crisis, Javier Parra, por ejemplo, mantuvo la calma siempre. «Al principio fue un poco raro, pero después llegó la tranquilidad cuando todo estaba bajo control en casa», afirma. Por su parte, Sergio López, quien estaba fuera de la ciudad durante el apagón, comenta que el impacto fue mínimo. «La verdad es que no me afectó porque estuve con un amigo en el campo», señala.
La ciudad también recibió a turistas que, al igual que los conquenses, tuvieron que adaptarse rápidamente. Sergio Sáez y Vera Tapias, dos visitantes de Barcelona, recordarán este atípico día. «El hombre del hotel donde nos alojamos nos dejó pasar y hemos podido dormir», asegura Sergio, mientras Vera comenta la incertidumbre que vivieron al llegar. Al final,«fue un día complicado porque llegamos en AVE por los pelos, sin nada de cobertura», detalla.
Al caer la noche, las calles de Cuenca parecían vacías. Y, por suerte, la luz volvió a llegar a los hogares superadas las doce y media. Eso sí, la falta de electricidad, que afectó a miles de hogares, puso a prueba la capacidad de adaptación de los ciudadanos. Con solidaridad e ingenio, sumando pilas, linternas y velas como grandes aliados.