Algunos conquenses en la División Azul

Óscar Martínez Pérez
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Algunos conquenses en la División Azul

El pasado año, el historiador Ángel Luis López Villaverde, profesor de la Universidad regional en Cuenca, publicó el libro En la guerra como en el amor: Emociones e Historia de un voluntario de la División Azul y banalización de la «cruzada» contra el bolchevismo (Sílex, 2022), donde reconstruye minuciosamente la historia emocional de un divisionario y falangista conquense, Ángel Rico Escudero (segoviano de nacimiento, oriundo de familia conquense), que como varios cientos de conquenses, marchó  en 1941 al frente ruso como voluntario de la División Azul para luchar contra la Unión Soviética.

El libro de López Villaverde nos cuenta, y nos acerca al presente, la aventura de aquel soldado hispano que se carteaba con su novia Conchita relatando su experiencia vital de un católico y germanófilo que combatió en las gélidas tierras del Este donde caería herido. López Villaverde ha escrito un libro en el que a través de un análisis microhistórico del divisionario se refleja «la banalización de la misión de la División Azul y la ausencia de un ajuste de cuentas en España en torno al colaboracionismo falangista con el III Reich, un tema que enlaza con las pugnas memoriales que están en la base de recientes libros…». 

Otros divisionarios. Cuando la Falange conquense abrió el banderín de enganche para ir a luchar contra el comunismo soviético y de alguna manera 'devolver la visita', 230 conquenses de la capital y la provincia se alistaron de forma voluntaria. La historiografía divisionaria está claramente dividida a la hora de posicionar y calificar a los españoles que lucharon en la División 250. Los conquenses combatieron y algunos murieron por sus ideales, como ha quedado negro sobre blanco en un caudal bibliográfico apabullante, referenciado en la literatura divisionaria más 'patriota' y afín al anticomunismo; frente a una novísima reinterpretación o revisionismo de la historia divisionaria, como es el caso de nuestro historiador López Villaverde o del galleguista Núñez Seixas, en la que nuestros paisanos lucharon y murieron en una guerra de «invasión extranjera, en una campaña de agresión exterior, mientras a los brigadistas que vinieron a España, procedentes de un centenar y medio de países, no les movía una estrategia agresiva, sino defensiva, para establecer un cordón sanitario contra lo que definían como fascismo».

Sin embargo, otro historiador de la instrahistoria de la División Azul –quizás el máximo especialista–, Carlos Caballero Jurado, también oriundo de nuestra región, ha calificado a los voluntarios de la División Azul de Cuenca como de «intensamente azules» no sólo por su filiación falangista, sino sobre todo por su estilo y ética «azules», poniendo como ejemplos a varios conquenses que llevaron sus ideales hasta sus últimas consecuencias, como el caso de Ángel Fuentes Lucas, natural de Valdecabras, que se alistó con 20 años y murió en la batalla de Sitno, intuyendo su muerte en varias cartas que envió a sus padres. 

Enrique Fernández Solera, caído el 2 de noviembre de 1941 en Podberesja, en cuyo 'hospitalillo' murió, natural de Belmonte y falangista de primera hora, acudió al mitin joseantoniano en Mota del Cuervo en mayo de 1935 y trabajó incansablemente por la candidatura de José Antonio por Cuenca, elecciones convocadas después del fraude electoral. Llamado a filas por el 'ejército rojo' desertó y combatió en el 'ejército nacional'. Como Vieja Guardia, nos cuenta Caballero Jurado, no tenía que limpiar ningún pasado, ni conseguir el status de excombatiente… 

Eulogio López Cano, muerto en Possad, natural de la Puebla de Almenara, seminarista en Cuenca, perito agrícola, alistado en Madrid, luchó y murió en la famosa aldea rusa. Antonio García Calvo, mucho más conocido como Antoñito Monedero, por su corta edad y por el mote de su familia de comerciantes de Cuenca. Su padre formó parte de la vanguardia falangista en Cuenca y en su droguería se difundió la prensa falangista, por lo que después sería encarcelado. Antoñito en el colegio se las ingenió para imprimir hojas con el Cara al sol; fue el primer muerto conquense de la División; cayó en Nikitkino el 11 de febrero, siendo condecorado con dos Cruces Rojas. 

Otro divisionario conquense fue José Lacasa Marquina, muerto en el hospital de Porjov donde fue trasladado por las terribles heridas sufridas. Estudiante de Farmacia y militante de SEU, fundador de la Falange en su pueblo, Olivares de Júcar, quintacolumnista en Alicante... Eugenio Lozano Cortinas, de Torralba, fallecido en Nikitkino, fue bachiller en Cuenca y miembro de la Asociación de Estudiantes Católicos, estudiante de Magisterio y ejerciendo de maestro en San Lorenzo de la Parrilla se encuadró en la compañía 11/263. Tras su muerte le concedieron dos Cruces Rojas. Eduardo O´Kelly Gómez de Salazar, de raíz irlandesa, como delata su apellido, estudiante y bachiller en Cuenca pasó al SEU; su familia y él sufrieron la persecución del Frente Popular, lo que provocó el encarcelamiento de su padre y de uno de sus hermanos. Fue delegado provincial de deportes, ejerció su magisterio en Sisante además de estudiar Ingeniería de Montes. Debido a su facilidad de palabra, extendió el credo falangista por toda la Mancha conquense; se alistó en la división muriendo en Nikitkino igual que Siro Enebra Molina, de Poyatos, caído con 32 años después de  pasar por el Seminario y ocupar cargos políticos en Bólliga. 

De Portalrubio de Guadamejud era oriundo Pedro Martínez González, jornalero del campo, que también cayó en la cabeza de puente del Voljov. Lo mismo que Luis López Culebras, de San Lorenzo de la Parrilla, bachiller en Cuenca y después estudiante de Farmacia. En 1942 en la localidad de Grigorovo, el belmonteño Julio Hernández Ruiz fallecía en combate. Falangista después de escuchar a José Antonio en Mota, fue un furibundo anticomunista, se le concedieron cuatro Cruces Rojas.