No es novedad afirmar que el ser humano está lleno de contradicciones. Podemos usar una frase para indicar una cosa o para lo contrario. Usamos la expresión «no ni ná» como culmen de una afirmación o de lo opuesto sin saber a ciencia cierta si es que sí… o es que no. Pero sobre lo que no nos ponemos de acuerdo es acerca de las segundas oportunidades o las segundas partes. El refranero nos dice que segundas partes nunca fueron buenas, aunque también somos dados a conceder una segunda oportunidad que sirva para enmendar los errores de la primera. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿es bueno tener una nueva oportunidad? Pues seguramente, sí. Que la vida nos permita acometer el mismo proyecto que antes acabó mal poniendo en práctica todo aquello que hemos aprendido antes, es de agradecer.
Llevo con esta idea desde que se anunció que la empresa adjudicataria del servicio municipal de banda se retiraba del proceso de licitación. Más allá de las palabras del responsable de la firma alicantina que optaba a la gestión musical de la banda, se abre ahora un nuevo tiempo de resultado incierto. ¿Se modificarán las bases para que la actual agrupación siga encargándose de la música consistorial? Puesto que no acudieron a la primera licitación ¿será este el momento en que lo hagan?
La retirada del proceso de la mercantil alicantina Single&Jam abre de nuevo las puertas a la redacción de un nuevo pliego de condiciones (una segunda oportunidad) que permitan mantener las cosas tal y como están hasta ahora, asumiendo las propuestas de mejora –económica y musical– que los propios componentes de la banda quieran desarrollar, como fin inherente a su propia condición de miembros de la agrupación. Espero que esta vez sea la buena y nos encontremos con nuestra banda en la tarde-noche del Viernes de Dolores… si no es antes.
No quisiera terminar esta opinión semanal sin hacer una breve reflexión sobre el relativismo que dejamos que nos invada de una manera silenciosa en nuestro día a día. Esta corriente, que rechaza que la verdad sea una sola, permite encontrarnos con decisiones cuando menos sorprendentes. En los últimos días nuestro Consistorio ha publicado la programación correspondiente al Carnaval de este año. He de decir que contemplo con satisfacción el auge que, poco a poco, va tomando esta celebración en nuestra capital. Pero, discúlpenme, no entiendo que el gran desfile de carnaval se celebre el primer sábado de Cuaresma o que el Entierro de la Sardina, que debería ser el punto final tradicional de esta celebración, se encuentre en mitad de la programación. No entiendan que esto es una crítica a los fastos de Don Carnal, más bien es la reivindicación de que todas las cosas, todas, deben tener su espacio, su momento, para que mantengan el sentido que tienen. Desconociendo la razón que lleva a esta programación tan… atemporal, quizá deberíamos darnos una segunda oportunidad con esto de la adecuación entre lo celebrado y su momento, por aquello de celebrar lo que es, cuando corresponde.