Leo Cortijo

Leo Cortijo


Gracias por aquel ¡hola, hola!, Pepe

18/09/2023

Era octubre o noviembre, el mes no lo recuerdo bien, pero sí el año, 2006. Prácticamente acababa de llegar a Madrid desde Cuenca. No llevaría ni tres semanas en clase cuando junto a una amiga que conocí en los primeros días en ese búnker de hormigón que tenemos los periodistas por facultad en la Complutense, nos presentamos en los estudios de la Cadena SER, en el 32 de Gran Vía. Desde niño, había crecido escuchando los goles del fin de semana liguero en un transistor que había por casa. No solo me gustaba estar atento los tantos que en mi Madrid marcaba Suker o Zamorano, también disfrutaba con el modo de hacer radio de un grupo de 'locos' que se convirtieron en familia. Yo entonces no lo entendía, pero algo había en lo que hacían que traspasaba el propio transistor, las reglas de la comunicación en este medio y los cánones del periodismo deportivo. Aquello caló en aquel niño que no olvidaría jamás la voz más espectacular de todas las que sonaban.  

En esa visita a la radio como recién estrenado estudiante de Periodismo, aquella mítica voz que durante años había escuchado a través de un aparato, como el Verbo, se hizo carne. Y con la bonhomía, cercanía y carisma que siempre le ha caracterizado, quizá sin saberlo, le brindó a un joven de 18 años de Cuenca la oportunidad de su vida. Así se lo pareció al menos a él. «¿Conoces la careta del programa?», me preguntó. «Me la sé de memoria, Pepe», le respondí. «Pues ahora cuando empecemos te aviso y vienes». Dicho y hecho. Segundos antes de sonar las horarias, me reclamó en aquel catedralicio y casi sagrado micrófono amarillo y en un momento determinado, con la mirada, me vino a decir que ¡adelante! De mi boca salió un «¡Hola, holaaaaaa!» que atronó en la emisora serena y en toda España.

El de los goles, el de la emoción, el del espectáculo, el clásico, el veterano, el único, el de siempre y el del sonido inconfundible, don Pepe Domingo Castaño, nos ha dejado. Un maestro de las ondas, una leyenda de una forma muy concreta y especial de hacer radio, ha apagado la luz roja para siempre. Quería –y debía– dedicarle esta Carta del director a aquella persona que un buen día, y con un simple «¡Hola, hola!», le propinó una inyección de moral y ánimo a un joven conquense para que afrontase la aventura que acababa de comenzar en la Universidad. Hoy, 17 años después, aquel joven ha crecido y capitanea este barco llamado La Tribuna de Cuenca, en parte, gracias a ti, Pepe. Descansa en paz.