Leo Cortijo

Leo Cortijo


Quiero creer en la humanidad

04/09/2023

Es la segunda vez que me pasa en cuestión de semanas. Hace poco más de un mes de la anterior. Me han vuelto a dar un golpe en el coche mientras permanecía aparcado. Ahí, tan tranquilo, sin que mi vehículo se metiese con nadie. En ambos casos ha sucedido en la zona del centro. La primera, estaba aparcado en las inmediaciones del colegio Ramón y Cajal, junto al parque de San Julián. Ésta última, a muy pocos metros, en la Plaza de los Carros. Todo el mundo sabe dónde está la redacción de La Tribuna y mi compañero de cuatro ruedas suele descansar durante casi todos los días del año y durante muchas horas al día en un entorno, por lo que veo, hostil. La causante del primer golpe dejó una nota manuscrita pidiendo disculpas, acompañadas de un número de teléfono con el fin de que su seguro arreglase el entuerto. Así fue y tras el intercambio de papeles, el paso por el taller y, cómo no, un pequeño trastorno porque estas cosas nunca suceden rápido –siempre se lía algo–, mi coche volvió a su ser reluciente e impecable.

Respecto al segundo de los golpes hay una diferencia. El o la causante ha dejado nota también pero, intencionadamente o no, el teléfono escrito no existe. Al menos eso dice la voz grabada de la operadora que te 'atiende' al otro lado. Y así, no caben más que dos posibilidades fundamentales. Si uno piensa mal, cree que es posible que el susodicho o la susodicha fuera cazado o cazada justo en el preciso instante en el que dio el golpe y que por la presión social de ese momento hiciera el paripé de dejar una nota inculpatoria con un teléfono en el que a buen seguro no le iban a localizar. Personalmente, quiero creer en la segunda opción, en la alternativa humana y cívica, y es que fruto de los nervios anotó mal su teléfono y por eso no le localizan.

Así pues, querido amigo o amiga que circulabas el pasado viernes, primero de septiembre, en torno a las nueve y media de la mañana y las dos de la tarde en la Plaza de los Carros, atención: el propietario del vehículo al que le dejaste una marca bien chula en el frontal derecho, todavía no se ha puesto en contacto contigo porque no hay modo de hacerlo. Solo se me ocurre que, por lo mágica que a veces resulta la vida, tú o algún conocido tuyo, lea este artículo y te persones en la redacción de La Tribuna o llames a nuestro teléfono. Así, no solo evitarás que un inocente pague por tu error, sino que además –y es incluso peor– alguien que quiere creer en la humanidad, deje de hacerlo con la misma intensidad. Gracias de antemano.