El pequeño Verne, de la compañía Irú Teatro, llega a las seis de la tarde al Teatro Auditorio de Cuenca con un universo mágico que propone un recorrido por el imaginario del visionario escritor francés Julio Verne. Su director, Ricardo Cristóbal, da más detalle a La Tribuna sobre el espectáculo.
El título es revelador pero, ¿qué se puede descubrir en su montaje?
Todo el universo imaginario de Julio, un niño que tiene que estudiar y, como no quiere hacerlo, se lo traga un libro. A partir de ahí emprende un viaje dentro del propio libro que lo lleva a viajar al espacio, al fondo del mar, al centro de la Tierra... Vivir toda esa aventura hace que, cuando Julio regrese a su casa, decida ponerse a escribir y convertirse en el gran Julio Verne. Como se puede ver, es una historia ficticia que pretende rendir homenaje al escritor francés.
¿De qué forma se acerca la figura de Verne a los niños?
El hecho de utilizar títeres en el espectáculo para contar la historia ya es una forma de acercarse al público infantil. Pero nosotros no contamos la historia de la vida de Julio Verne, sino que utilizamos una anécdota de su vida, como es la de que coleccionaba fichas sobre temas científicos, para, a partir de esas fichas y conocimientos, imaginar mundos fantásticos.
Una obra basada en Verne y dirigida al público infantil tendrá como fin último fomentar la lectura.
Así es. El espectáculo acerca la figura de Verne a los niños para que, en una fase posterior, sean los padres los que, en casa, cuenten sus historias a sus hijos.
La particularidad de su propuesta radica en las técnicas que combina en el montaje.
El pequeño Verne mezcla dos técnicas teatrales de gran tradición, y juntas dan como resultado un espectáculo de fuerte impacto visual. Por un lado, el teatro negro, que nace en Praga, y por otro, el bunraku, un arte milenario que nace en Japón. Así se combina el escenario totalmente negro, iluminado solo con luz ultravioleta del teatro negro, en el que los actores, vestidos también de negro, manejan figuras cuyos colores brillan con esta luz y se mimetizan con el fondo desapareciendo de la vista; con los muñecos característicos del bunraku, de hasta dos metros y medio de altura, de los que salen varillas de madera para que uno, dos y hasta tres actores los manejen.
Irú teatro es una compañía joven que decide profundizar en el mundo del títere. ¿Con qué filosofía nace y qué pretende aportar?
Irú Teatro nade de la curiosidad de Raúl Amores y yo mismo por explorar nuevas técnicas, tras coincidir en la compañía Pampinak. Esta experiencia fue la que despertó nuestro interés por el teatro negro y sus posibilidades narrativas, así como llevarlo más allá introduciendo elementos nuevos como los que aporta el bunraku.
¿Por qué recomienda al público no perderse el espectáculo?
Creo que no se lo debe perder porque es un espectáculo en el que va a disfrutar muchísimo. Además, resulta interesante porque al final de la actuación ofrecemos una actividad pedagógica en la que explicamos el funcionamiento del teatro negro y del bunraku. Nos da igual desvelar la magia porque el títere tiene algo que engancha.