El Teatro Auditorio de Cuenca, que lleva el nombre de nuestro querido cantautor José Luis Perales, se llenó hasta la misma bandera este pasado viernes para escuchar las mágicas voces del Coro del Conservatorio, la melodía fantasiosa de marchas procesionales que nuestra querida Banda de Música –a la que tanto deseábamos volver a escuchar– nos ofreció bajo la batuta de dos nuevos directores al unísono, Mercado y Castellanos, lo que suponía ver a la primera mujer dirigiendo esta Banda. Y finalizado ese magnífico preludio musical, la voz grave de Juan Ignacio Cantero, entonando un texto profundo y de carácter sentimental en el que bordó a medida unas palabras bien hilvanadas de alto sentido pasional y donde su devoción a esta Cuenca nazarena, a la Pasión del Gólgota conquense, a la mística relación entre ciudad y religión, impregnó de aplausos y satisfacción al numeroso público allí congregado.

Para quien, como yo, hemos tenido el privilegio de ser pregoneros de nuestra Semana Santa, escuchar ese contenido elaborado con el cincel de un periodista joven, perfectamente entrenado para explorar su espiritualidad personal como nazareno ejemplar, como hombre de cultura, me supuso un 'chute' moral de alta excelencia para volver a mostrar las bondades de nuestra Tierra y reflexionar también sobre las necesidades que una Cuenca histórica tiene, dentro y fuera de su riqueza patrimonial y donde unas cofradías definen el glorioso sentir de la Pasión Conquense en su máxima expresión.

Magnífico pregón, magnífico acto, magnífico escenario y complementando todo el ritual, el cartel de este año, la dimensión fotográfica entre misticismo y técnica, removiendo corazones y dejando creer que todo tendrá sentido si la esperanza nos invade hacia tiempos futuros de convivencia, generosidad y paz. Enhorabuena a la Junta de Cofradías, a Luis Moya y, especialmente, a Juan Ignacio Cantero.