Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Berrea urbana

25/03/2024

Un placer que suelo concederme de vez en cuando es, a primera hora de la mañana, ir a una cafetería a tomar un café al tiempo que leo el periódico o uno de los libros que en esos momentos llevo en rueda. Así, son algunos los establecimientos que tengo localizados, seleccionando en cada momento aquel al que iré en virtud de los productos que ofrecen, la comodidad de su mobiliario o, ante todo, la paz que albergan. Por encima de cualquier otra cuestión, necesito, en esos momentos, tranquilidad para centrarme en lo que quiero hacer: disfrutar de la lectura.

Esta mañana se daban las circunstancias oportunas para todo lo indicado. Además, tenía ganas de empezar un nuevo libro que me llegó hace semanas, fantástico según las críticas, y quería que la primera toma de contacto con él fuese definitiva. No es raro que, si en los primeros momentos no me engancha, le dé una segunda oportunidad al texto en cuestión… pero casi siempre meses o incluso años después de la primera, y no quería que eso me ocurriese hoy. Así pues, he cogido mi libro, he llegado a la cafetería elegida, he pedido una taza gigante de mi bebida favorita y me he sentado en un cómodo sillón. Mi futuro inmediato apuntaba maneras dado que en el café solo había otro señor que también leía. Apenas ha transcurrido un minuto desde que me han servido, han atravesado la puerta dos treintañeras y un bebé. En ese momento me he alarmado, comprobando poco después que había razones fehacientes para ello. Nada más apoltronarse, el niño ha empezado a berrear como si no hubiera un mañana, la madre se ha puesto a hablar a voz en grito, dejando en mantillas a quienes suelen anunciar sus verduras en un mercadillo ambulante, y la desesperación se ha apoderado de mí.

A los diez minutos no aguantaba más y he decidido largarme. Aunque el niño había acabado de rabiar, dado que la madre le había metido la teta izquierda hasta la campanilla, la ordinaria progenitora no ha bajado su tono lo más mínimo. Al llegar a casa –¡casualidad!– me he enganchado a un debate radiofónico relativo a si en la actualidad la sociedad sufre de creciente rechazo hacia los niños o si es que, simplemente, cada vez somos más maleducados y el comportamiento de los pequeños es reflejo de ello. ¡Menuda duda más básica!

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