Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Miedo a la vida

24/09/2019

Despierto. He dormido mal y con dolor de espalda. Me ducho, desayuno y enciendo el ordenador. Las noticias emergen en mi pantalla como setas en otoño. Unas las intuía; otras son más de lo mismo. De repente, un mensajito parpadea en mi pantalla y con lo poco que puedo leer me invade la inquietud. Entro en el enlace y me encuentro con que un científico, más o menos de mi edad, dice que en 20 años será posible detener el envejecimiento, no morir, mantener el cuerpo permanentemente en unos hipotéticos 30 años de vida, no enfermar… Y lo que más me impacta es que afirma que él llegará a tiempo, que será uno de los "beneficiados". Mi primer pensamiento es para aquellos que ya han fallecido y que no verán colmados sus posibles sueños de inmortalidad. Angustia. A continuación, por mi cabeza pasean reflexiones sobre las pensiones, dudas sobre si habrá que trabajar toda la vida o sobre cuándo dejará uno de hacerlo si su cuerpo no va a envejecer jamás ni acusará el paso del tiempo. Me vienen al pensamiento unos cuantos sujetos que conozco de esos que hacen de las bajas por enfermedad una filosofía de vida. ¿Qué se buscarán entonces para faltar al trabajo, tanto por las enfermedades propias como por las ajenas? Mi siguiente cavilación me trae a la mente las imágenes de esas personas que conozco que, vistiéndose como quinceañeras, maquillándose como payasos o sometiéndose a operaciones para estirar casi todo lo estirable, luchan contra el paso del tiempo bajo las miradas compasivas de quienes las ven desfilar, ridícula y regularmente, por la vida. El paso del tiempo es, casi siempre y si no hubiese achaques, una bendición. ¡Cuántos quisieran! Me entran dudas sobre si la posibilidad de paralizar el desarrollo del cuerpo a los 30 años implicará también el estancamiento de la madurez de la persona. ¿Suicidio social? ¡En ese momento siento miedo a la vida!