Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


Sin valores

06/10/2020

Suena el despertador. Antes de que la cama me aprese más de lo que lo ha hecho en las horas previas, evitando que no me convenza de que merece la pena seguir ahí un rato más, con sigilo alzo el vuelo. Mis primeros pasos me llevan, como cada mañana, a la cocina y, encendida la luz, a conectar la radio. Los iniciales compases de la cantinela que cada día llega a estas horas hasta mis oídos suenan con los mismos acordes y melodías que aderezaron las sintonías que me arrastraron hasta el lecho horas antes. Deslealtades, carencias de respeto, mentiras que se descubre que son tales mientras que horas antes se vendían como firmes convicciones, descrédito de personas e instituciones, apología de la inmoralidad más absoluta en manos de quienes son todavía para los más incautos espejo en el que mirarse, ineptitud que rechazan los contrarios de quienes absurdamente se sienten orgullosos de ella... Saturación. Ya me siento agotado emocionalmente y el reloj no ha marcado ni las 6,15 de la mañana. Cada día igual. Cada jornada prima hermana de la anterior. ¿Hasta cuando? Llevo semanas haciendo el ejercicio de, al iniciar cada jornada, retarme a mí mismo intentando averiguar cómo acabarán las promesas, declaraciones de intenciones, manifestaciones de buenismo o brindis al sol hechos mirando a los cuatro puntos cardinales en las horas o días precedentes. Tristemente cada jornada confirmo que no es difícil acertar, que no hace falta tener altas capacidades intelectuales para aventurar cómo acabará cada soliloquio con los que últimamente nuestros mandamases nos deleitan día sí y noche también. ¿Lo merecemos? Me cuestiono sobre las razones que les llevan a no aderezar sus palabras, y ante todo acciones, con sólidas dosis de verdad, competencia, capacidad, lealtad, respeto, honestidad, humildad, empatía, prudencia, rigor, tolerancia o solidaridad. Difícil sacar de donde no hay