Fernando J. Cabañas

OLCADERRANTE

Fernando J. Cabañas


'Tempus fugit'

17/11/2020

Una de las situaciones que menos enriquecen humanamente es la de saber que alguien te tiene ojeriza. Menos aun si ese alguien es intrascendente en tu vida. No me ocurre a menudo, pero tampoco es ese un escenario totalmente ajeno a mí. Son peajes que uno ha de pagar, sin IVA pero con lastre. Mi intención siempre es la de ayudar a todo aquel que me necesita. Por ello, a veces me genera cierto malestar la impotencia de, una vez que he intentado aclarar todo lo aclarable, no poder meterme en mentes ajenas, y sí trascendentales para mí, a fin de, tras limpiar las fobias que pueblan sus pensamientos, hacerles ver que si encienden la luz e intentan comprender que las cosas no son tan grises, malintencionadas o negativas como ellos necesitan ver, la vida les sonreirá más brillantemente, si cabe. Esa sensación que algunos experimentan relativa a buscar en su entorno responsables ajenos para justificar sus déficits o necesidades, es algo que antes no llevé bien. Máxime si era yo el monigote al que, para descargar sus tensiones, necesitaban golpear. Desde hace tiempo, sin embargo, esta sensación de culpa o responsabilidad, que algunos necesitan depositar en otros, pretendo que habite a años luz de mí. Poco puedo hacer tras intentar disolver neblinas ajenas y no conseguirlo. De higos a brevas me encuentro inmerso en escenarios vitales en los que me es imposible penetrar para, tras abrir de par en par puertas y ventanas, ayudar a que entren cegadores rayos de sol. Algunos piensan que vencen golpeando a los que están a su alrededor, a esos que nunca se defenderán, responsabilizándolos de sus limitaciones, impotencias o frustraciones, sin llegar a resolver jamás, sin embargo, su caos interno. Lo malo es que esta sociedad ha desarrollado mecanismos de supervivencia que hacen que muchos pongan su hombro para que otros lloren. Así, descargadas las tensiones, escuchados los lamentos, depositadas fobias o temores… luego, fuera del radio de acción del quejumbroso, el propietario de la hombrera hace verdaderas valoraciones sinceras que jamás conocerá el afligido que, encima, seguirá sufriendo... en soledad. Lástima; tempus fugit.